La Palabra me dice
El texto de hoy revela una continuidad con las bienaventuranzas proclamadas ayer lunes. Lo podemos leer así: Feliz también ustedes porque subidos hoy de nuevo a la montaña de la oración y la acción apostólica escuchan esta palabra. Sí, felices somos porque Jesús pronuncia sobre nosotros no una recomendación: “debés ser sal y luz”, ni una comparación: “como si fueras sal y luz”, sino una constatación: “sos sal y luz” En la palabra hoy pronunciada sobre nosotros me es dada una identidad (“¡soy sal!”, “¡soy luz!”), que se hace misión (para salar la tierra e iluminar toda la casa) y también me recuerda una posibilidad: perder identidad por abandonar la misión: sal que se arroja y es pisoteada porque no sala; y luz que, porque se esconde, no iluminar a todos los que viven en la casa. ¿Para qué llamar “papá” a aquel que entretenido en alcanzar metas propias o preocupado en no perder el afecto de su entorno, renuncia a despertar vida en sus hijos u orientarlos como personas? Quien habla es Jesús despertando sentido en aquellos que se acercan a él. Quien responde a esa palabra son aquellos que saborean y ven las obras buenas y responden glorificando al Padre. A nosotros, como discípulos, nos toca escuchar la palabra y hacer lo que Él les dice. Suficiente.
Con corazón salesiano
Como Moisés en el Sinaí a su pueblo de Israel, como Jesús en la montaña a sus discípulos, hoy Don Bosco desde Valdocco y para el vasto movimiento de personas por él iniciado: sos salesiano, tu alegría más íntima es revelar a todos las riquezas insondables del Misterio de Cristo, pero ¿para qué sirve un salesiano que no sea signo y portador del amor de Dios a los jóvenes?
A la Palabra, le digo
Tu Palabra Jesús me llega hoy como un don y una tarea. Tan gran don surge al reconocerme herido-sanado por vos, Señor (Mt 4,24) y que para estar cerca de tuyo voy dejando seguridades desde las que habitualmente vivo (Mt 4,25), y subo a la montaña donde habitas vos. Lo hago para estar cerca tuyo, (Mt 5,1) y escuchar tus palabras (Mt 5,2). Y la tarea siento que es la de formar comunidad de alabanza (tarea que también es gracia): Señor, que con aquellos que comparto lo cotidiano glorifiquemos al Padre que está en el cielo por aquello que nos permite ver y saborear del mundo. ¡Señor que en lo que digo y hago no me venda a mi mismo sino que muestre tu rostro para que por todos seas glorificado! Amén. |