La Palabra me dice
Vemos que el final del discurso de Jesús sobre el Pan de vida, contiene una temática evidentemente eucarística. Él ya es explícito en que le comamos para que tengamos Vida y así debemos entenderlo, con V mayúscula, porque hace referencia a LA VIDA que el vino a anunciar, a ofrecer y que no es sí Él mismo. Ciertamente la afirmación del Señor resultó controversial para sus oyentes y les plantea la duda de cómo Él se da como alimento, pregunta que en el fondo contiene el interrogante ¿¡Cómo! vamos a comer su carne? ¡eso es irracional… es antropofagia! Pero lo que no alcanzaban a ver ellos era el misterio y legado que daba en sus palabras. Él se quedaría para siempre con nosotros en la Eucaristía para que al comerla participemos de su Vida, al punto de que le pertenecemos plenamente a Él y Él a nosotros. Así como Jesús vive por el Padre, porque son uno sólo, al recibir la Eucaristía, nosotros vivimos por el Hijo, porque en ese sublime momento, Él es uno solo con nosotros, por lo tanto, con Cristo en nosotros, sólo nos queda, por su gracia, testimoniarlo y darlo a todos aquellos que también necesitan de esa Vida de la que somos portadores. No dejemos de ir a la Eucaristía con frecuencia, de ser posible diariamente, para que el Señor fortalezca nuestra unión con Él, nos transmita su Vida y así seamos testimonio de unidad con Dios para los demás.
Con corazón salesiano
Hace unos días recordábamos que Don Bosco recomendaba a los jóvenes la comunión diaria. Pero debemos ampliar la mirada porque él no solo hacía referencia a frecuencia, en su invitación también estaba implícita la buena preparación para recibir el Pan de Vida. Que seamos entonces educadores que, con el ejemplo, despertamos en los jóvenes el deseo de recibir los sacramentos de la Eucaristía y la Reconciliación.
A la Palabra, le digo
Señor, que podamos alabarte en la Eucaristía y así con el corazón plenamente dispuesto, te recibamos con fervor para que, poco a poco nos transformemos en el Pan Vivo bajado del cielo. Amén.
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