La Palabra me dice
“Te aseguro que nosotros hablamos de lo que sabemos y damos testimonio de lo que hemos visto”. Vienen a esta meditación las preguntas: ¿qué es lo que sabemos (hablamos)… qué es lo que testimoniamos (vemos)? Hemos oído que nadie da lo que no tiene, lo que nos invita en el fondo a no hablar y hacer lo que no sabemos ya que podemos pasar por charlatanes o “impostores”. Desde el bautismo estamos llamados a profundizar en el conocimiento de la persona de Jesús, a acercarnos a su Palabra y a vivir profundamente los sacramentos, pero desafortunadamente, se nos van pasando los años y Él va quedando en un segundo plano. Ahora, cuando le damos paso al Espíritu, es decir, cuando nacemos nuevamente de Él, la existencia adquiere un nuevo sentido que nos lleva poco a poco a buscarlo más y así dar también un testimonio creíble tratando día a día de vivir según sus enseñanzas. Jesús es el anuncio del Padre porque Él lo conoce y lo ha visto y nosotros conocemos al Padre porque quien ve al Hijo, ve al que lo envió… Ellos son uno solo. Que no pase un solo día sin acercarnos a Jesús por medio de su Palabra y preferiblemente, su presencia Sacramental. Bien lo reza la canción: “Es imposible conocerlo y no amarlo, es imposible amarlo y no seguirlo”.
Con corazón salesiano
Resulta conmovedor dar un vistazo a nuestra historia y ver cómo los primeros salesianos eran los mismos chicos del oratorio cosa que a decir verdad no debe resultar extraño porque ellos, viendo el testimonio de Don Bosco, sintieron la presencia del amor de Dios a tal punto que de Él se nutrieron y lo testimoniaron también y como lo sabemos y festejamos, lo hicieron más allá de lo que tal vez imaginaron. Por Dios llegaron hasta estos pagos para ser aquí signos y portadores del Amor del Padre.
A la Palabra, le digo
Concédenos Señor poder conocerte a profundidad cada día de nuestra existencia, que tu Amor nos llene y se desborde para que seamos en medio de los jóvenes un faro de esperanza. María Auxiliadora, intercede por nosotros. Amén.
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