Evangelio del Dia

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Viernes 25 de Abril de 2025

Jn. 21, 1-14

Después de esto, Jesús se apareció otra vez a los discípulos a orillas del mar de Tiberíades. Sucedió así: estaban juntos Simón Pedro, Tomás, llamado el Mellizo, Natanael, el de Caná de Galilea, los hijos de Zebedeo y otros dos discípulos.

Simón Pedro les dijo: «Voy a pescar». Ellos le respondieron: «Vamos también nosotros». Salieron y subieron a la barca. Pero esa noche no pescaron nada.

Al amanecer, Jesús estaba en la orilla, aunque los discípulos no sabían que era él. Jesús les dijo: «Muchachos, ¿tienen algo para comer?». Ellos respondieron: «No».

Él les dijo: «Tiren la red a la derecha de la barca y encontrarán». Ellos la tiraron y se llenó tanto de peces que no podían arrastrarla. El discípulo al que Jesús amaba dijo a Pedro: «¡Es el Señor!». Cuando Simón Pedro oyó que era el Señor, se ciñó la túnica, que era lo único que llevaba puesto, y se tiró al agua. Los otros discípulos fueron en la barca, arrastrando la red con los peces, porque estaban sólo a unos cien metros de la orilla. Al bajar a tierra vieron que había fuego preparado, un pescado sobre las brasas y pan. Jesús les dijo: «Traigan algunos de los pescados que acaban de sacar».

Simón Pedro subió a la barca y sacó la red a tierra, llena de peces grandes: eran ciento cincuenta y tres y, a pesar de ser tantos, la red no se rompió. Jesús les dijo: «Vengan a comer». Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: «¿Quién eres?», porque sabían que era el Señor.

Jesús se acercó, tomó el pan y se lo dio, e hizo lo mismo con el pescado. Esta fue la tercera vez que Jesús resucitado se apareció a sus discípulos.

La Palabra me dice


Cuando se aprecia el detalle cronológico del relato que va, aunque no lo específica, pero se puede entender, desde la tarde de ese día hasta la mañana siguiente, se percibe la decepción de los apóstoles de un esfuerzo que no dio frutos al cual se sumaba al inmenso dolor por la muerte del Maestro. Se puede pensar realmente que fueron largas horas de incertidumbre, tristeza y desesperanza. Pedro por su parte como referente para ellos, la roca en la cual apoyarse, con su testimonio los motivaba a seguir adelante. Él toma la iniciativa de ir a las aguas, no los envía; Él es el que se apresura a ir al encuentro del pastor. Él es quien sigue las indicaciones de Jesús de traer más peces para comer.

Nuevamente el Resucitado los invita a compartir la comida, Él es quien la prepara y les sirve: ¡Él es quien los atiende! Los percibió cansados y agobiados… cumple con su Palabra: “Venid a mí los que estén cansados y agobiados que yo los haré descansar”.


Con corazón salesiano


Sabemos que Don Bosco le tuvo un gran amor al Papa y este sentimiento también nos lo heredó a cada uno de nosotros. Hoy estamos invitados a mirar a Jesús Resucitado para orar por el cónclave que elegirá nuestro próximo Pontífice. Agradezcamos también al Dios de la vida por el ministerio del Papa Francisco.


A la Palabra, le digo


Gracias te damos Señor porque no desamparas nunca a tu Iglesia; porque has suscitado en el corazón del Papa Francisco un inmenso amor que lo llevó a entregar hasta su último aliento por el Reino. Infunde Jesús en nosotros la alegría de tu Resurrección para que seamos una Iglesia que es signo de esperanza y que, con este mismo gozo, recibamos con los brazos abiertos a quien has de poner al frente de tu barca. Te lo pedimos por intercesión de tu Madre, nuestra Madre. Amén.