La Palabra me dice
El ambiente es duro: la decisión de darle muerte ya está, se busca el momento oportuno. Jesús está siendo buscado para ser arrestado. Y en éste contexto de persecución, Jesús recurre a los de su confianza… sus amistades. Allí se dan estos gestos de cuidado y cariño que Jesús recibe muy bien y deja que ese “perfume-que-refleja-amor” se derrame y llegue a todos los de la casa. Sin embargo, también en este espacio de intimidad hay gente que empieza a tener otros intereses… que cuestiona la gratuidad de María y siembra en otros la confusión que lo habita. Empieza a sospechar de la propuesta de Jesús… se le remueve su escala de valores. Que dolor tomar conciencia que “estás perdiendo” a alguno de los tuyos más cercanos, sin embargo no te domina ese sentimiento de ser traicionado, sino la rectitud de conciencia de la misión encomendada.
Con corazón salesiano
Los lugares, las casas, las personas, tienen perfumes que los identifican. Con toda certeza se puede decir que cuando alguien entra en una casa salesiana se “siente un perfume” característico. ¿Cuál es ese perfume que llena toda la casa salesiana? El amor y la confianza. Don Bosco lo va a decir en la Carta de Roma del 1884: “que vuelvan a florecer los días felices, los días del amor y la confianza, los días de los corazones abiertos”. Ese mismo espíritu que llenó la casa de Betania, casa de corazones abiertos, el de Jesús, Marta, María y Lázaro. Y cuidarse de “la peste” que destruye ese ambiente, la murmuración; que también lo es cuando se interpreta con maldad las acciones buenas o cuando se dice que fueran hechas con mala intención.
A la Palabra, le digo
Jesús, Maestro del amor y la confianza, regalame la gracia de saber buscar y cuidar en mi vida las personas y los espacios de corazones abiertos, aquellos en los que puedo encontrar el perfume del amor, la confianza, la misericordia, sobre todo cuando esté pasando momentos difíciles. Quiero ser ese perfume en mi familia, para mis amigos, para los que se acerquen a mí.
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