La Palabra me dice
Jesús encuentra a Leví, Mateo. Y lo encuentra en su actividad cotidiana: no en una visión particular, ni en una circunstancia excepcional, sino en lo de todos los días, que ciertamente no era bien visto por la sociedad en la que se movía. Y es desde allí que lo llama. Para encontrarse y vivir con él. Los escribas, nuevamente, no lo pueden entender. ¡Es que está rompiendo todos sus moldes acerca de cómo es y cómo debería obrar Dios! ¡Se junta, nada menos que a comer, con quienes no es “políticamente correcto” encontrarse! Jesús que intenta explicarles el querer de Dios. El buscar a los alejados, el salir a la oveja perdida, y no quedarse “peinando las ovejas gordas” que ya están cercanas a Dios. Éste es uno de los cambios sustanciales que presenta Jesús: nos muestra cómo es Dios. A veces, pareciera que seguimos más al dios de los escribas que al Dios de Jesús.
Con corazón salesiano
Don Bosco que, superando temores, va a las cárceles. Que sale a buscar, aprendiendo también cómo hacerlo. Don Bosco que insiste en encontrar a Dios en la actividad cotidiana, sin menospreciar las circunstancias excepcionales (retiros, experiencias espirituales, etc), sino insistiendo en que en la atención cotidiana al necesitado, desde el propio lugar, es el camino de santidad.
A la Palabra, le digo
Ayudame, Señor, a ampliar mi mente y mi corazón, para que pueda ver en tantos Leví que encuentro el deseo de Dios que anida en su corazón, y que basta, a veces, dar el primer paso para invitarlos a encontrarse con Jesús, para que lo sigan en su vida entera.
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