La Palabra me dice
“Señor, si quieres, puedes purificarme”…: lo reconoce como su Señor, y entiende, sabe, que puede curarlo, pero lo pide con el debido respeto, sólo si quiere. Tanto tiempo de estar solo y despreciado lo hace sentirse indigno de cualquier acto de amor, aunque sea simplemente este curarlo. ¿Cuál es mi actitud cuando pido? ¿Soy como el leproso humilde y espero? Pero él se retiraba…: la fama lo precedía, todos querían verlo, que los cure, pero Jesús siempre buscaba esos espacios donde tener un encuentro personal con el Padre. ¿Busco a menudo encuentros personales para orar? ¿Entiendo que para seguir los pasos de Jesús, como Él necesito el poder de la oración? ¿Que necesito espacios personales para agradecer, repensar y relanzar?
Con corazón salesiano
Aún en medio de una actividad catalogada como frenética, Don Bosco nunca dejó de tener sus espacios personales de oración… al punto que, no pocas veces, parecía como que estaba en éxtasis, esto es, un estadio particular de unión con Dios… Pero que no se daban únicamente cuando estaba en la capilla, sino que, con el ejercicio cotidiano, logró paulatinamente encontrar a Dios en cada actividad que realizaba a lo largo del día.
A la Palabra, le digo
Ayúdame Jesús a llegar a tu corazón para pedir humildemente, como el leproso, por cada uno de los que me diste. Que pueda como vos ser capaz de desafiar las comodidades para atender las necesidades de mis hermanos.
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