La Palabra me dice
En diversas oportunidades encontramos a Jesús predicando sobre el Reino de Dios a través de curaciones, expulsión de demonios y narración de parábolas como en este caso. Aquí Jesús comenzó afirmando algo que explicará luego con las dos parábolas fusionadas: el Reino de Dios no aparecerá de la noche a la mañana. La parábola marco sería la del pretendiente al trono: un hombre noble que partió a un país lejano para tomar el trono mientras que sus conciudadanos no querían que eso sucediera; cierto día vuelve, se enoja con sus enemigos y los castiga. En medio de esta parábola encontramos otra, la de los talentos, que ocupa el lugar central de la narración. Cuando el rey regresó al trono, les pidió cuenta a sus servidores a los que le había dado cien monedas de plata a cada uno. El primero, produjo diez monedas más, el segundo consiguió cinco monedas más pero el tercero simplemente se limitó a guardar las que tenía, aparentemente por miedo. El rey premia a los primeros y se enfada con el tercero que no produjo intereses. Como el tercer servidor de la parábola no aprovechó lo que se le confió, esas monedas de plata, esos talentos o dones, sino que los conservó sin dar fruto alguno, el rey se las quitará. Así pues, se revela la importancia de saber valorar e invertir aquellos dones o regalos que da Dios, animarse y arriesgarse para dar frutos. A través de estas dos parábolas, podemos dilucidar que el Reino de Dios no vendrá repentinamente sino que habrá un tiempo de espera en el que debemos aprovechar y hacer fructificar aquello que el Señor nos ha confiado, esos dones que indudablemente tenemos pero que muchas veces no vemos. Entonces, hay que arriesgarse e intentar producir aún más, de eso se trata el Reino de Dios, de actuar, de animarse día a día a mejorar lo que Dios nos dio.
Con corazón salesiano
Don Bosco les enseñaba a sus chicos, aquellos que padecían la pobreza en el campo de una Turín explotada, a descubrir aquellos dones que Dios le había dado a cada uno, a animarse y arriesgarse, "¡Siempre vale la pena intentarlo!" decía. Les enseñaba oficios para que, a través de su trabajo, pudieran vivir un poco mejor y no fueran explotados. Hasta él mismo se daba como don y regalo de Dios a todos sus jóvenes.
A la Palabra, le digo
Tú eres el maestro, nosotros los aprendices. Tú eres el camino, nosotros los caminantes. Que cada nuevo día nos encuentre, Señor, abiertos y deseosos de aprender y de hacer. Amén.
|