Evangelio del Dia

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Martes 19 de Noviembre de 2024

La Palabra dice


Lc. 19, 1-10

Jesús entró en Jericó y atravesaba la ciudad. Allí vivía un hombre muy rico llamado Zaqueo, que era jefe de los publicanos. Él quería ver quién era Jesús, pero no podía a causa de la multitud, porque era de baja estatura. Entonces se adelantó y subió a un sicomoro para poder verlo, porque iba a pasar por allí. Al llegar a ese lugar, Jesús miró hacia arriba y le dijo: «Zaqueo, baja pronto, porque hoy tengo que alojarme en tu casa».

Zaqueo bajó rápidamente y lo recibió con alegría. Al ver esto, todos murmuraban, diciendo: «Se ha ido a alojar en casa de un pecador».

Pero Zaqueo dijo resueltamente al Señor: «Señor, ahora mismo voy a dar la mitad de mis bienes a los pobres, y si he perjudicado a alguien, le daré cuatro veces más».

Y Jesús le dijo: «Hoy ha llegado la salvación a esta casa, ya que también este hombre es un hijo de Abraham, porque el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que estaba perdido».

La Palabra me dice


Publicano era la persona que cobraba el impuesto público sobre la circulación de la mercancía. Zaqueo era el jefe de los publicanos de la ciudad. Sujeto rico y muy ligado al sistema de dominación de los romanos. Los judíos más religiosos argumentaban así: "El rey de nuestro pueblo es Dios. Por esto, la dominación romana sobre nosotros es contra Dios. ¡Quien colabora con los romanos peca contra Dios!" Así, los soldados que servían en el ejército romano y los cobradores de impuestos, como Zaqueo, eran excluidos y considerados como pecadores e impuros.

Zaqueo quiere ver a Jesús. Siendo pequeño, corre hacia delante, sube a un árbol, y espera para ver a Jesús que pasa. ¡Tiene enormes ganas de ver a Jesús! Aquí aparece el caso de un rico que no encierra en su riqueza. Zaqueo quiere algo más. Cuando un adulto, persona de peso en la ciudad, sube a un árbol es porque quiere algo más, y para lograrlo no le importa tanto la opinión de los demás. Algo más importante lo mueve por dentro.

Jesús no pregunta ni exige nada. Apenas responde al deseo del hombre y dice: "Zaqueo, ¡baja pronto! Porque conviene que hoy me quede yo en tu casa." Zaqueo baja y recibe a Jesús en su casa, con mucha alegría. Los demás, todos, murmuraban: "¡Ha ido a hospedarse en casa de un hombre pecador!" Esto significa que Jesús estaba quedándose solo en su actitud de acoger a los excluidos, sobre todo a los colaboradores del sistema. Pero a Jesús no le importan las críticas. Va a casa de Zaqueo y lo defiende contra las críticas. En vez de pecador, le llama "hijo de Abrahán" (Lc 19,9).

La interpretación de la Ley por a Tradición antigua excluía a los publicanos de la raza de Abrahán. Jesús dice que el Reino es para todos. Nadie podía ser excluido. La opción de Jesús es clara, su llamada también: no es posible ser amigo de Jesús y seguir apoyando el sistema que margina y excluye a tanta gente. Al denunciar las divisiones injustas, Jesús abre el espacio para una nueva convivencia, regida por los nuevos valores de verdad, justicia y amor.

Jesús, en su recorrido vital por Palestina, recibe a los que no eran recibidos. Ofrece un sitio a los que no lo tienen. Recibe como hermano y hermana a las personas que la religión y el gobierno de su tiempo excluían y etiquetaban: inmorales (prostitutas y pecadores), herejes (paganos y samaritanos), impuras (leprosos e poseídos), marginados (mujeres, niños y enfermos), luchadores (publicanos y soldados), pobres (la gente de la tierra y los pobres sin poder), y sigue la lista. ¿Cómo es mi lista?


Con corazón salesiano


Joven sacerdote, con apenas 26 años, Don Bosco recorre las calles de Turín, animado por otro sacerdote, José Cafasso. "Vaya y vea", le dirá, y allí se encontrará con los excluidos de su tiempo. ¿Su reacción? No el hacer un curso sobre la problemática juvenil, o una serie de encuentros para profundizar las relaciones programáticas entre pobreza afectiva y efectiva... "Estos muchachos necesitan a alguien que se ocupe de ellos, que los ayude cuando se encuentran solos, que comparta con ellos, ya que no son malos, sólo están descuidados..."


A la Palabra, le digo


Como dice Eduardo Meana Laporte en su Canción de Zaqueo:


Ven a mi casa, ven a mi hogar,

que hace tiempo guardo un lugar

y llevo dentro tantos deseos

de conversar.


Acercate a mí, Señor. Vení a mi casa, que soy un pecador que necesita tu visita. Quiero estar listo para recibirte, para que me ayudes a ilumar la oscuridad en mí.