La Palabra me dice
Un auténtico "excluido", al costado, sintiendo cómo la vida "pasa" frente a él, sin poder disfrutarla, es "fiesta para pocos". El grito del ciego incomodaba a la gente que acompañaba a Jesús. Ellos trataban de acallar el grito, pero él gritaba mucho más fuerte: "¡Hijo de David, ten compasión de mí!" Hoy también, el grito de los pobres incomoda la sociedad establecida: migrantes, enfermos de SIDA, mendigos, refugiados, ¡tantos! Trato de imaginarme la situación, trayéndola al hoy. Ver que Jesús se me acerca, más allá de agendas, objetivos, perceptivas, analíticas, marcos teóricos.... La pregunta sencilla y clara, ¿qué querés que haga por vos?, después analizaremos procesos, itinerarios, recorridos, etapas y demás... Es la pregunta sencilla y clara, la que marca la acción de Jesús... ¿y mi acción? Tener claro lo que se necesita hace que sea más fácil alcanzarlo... Muchas veces, en nuestras oraciones, más que peticiones, son larguísimas declamaciones y declaraciones de principios, expresiones con lenguajes eclesiásticos, comprensibles en el interior de las instituciones, pero ininteligibles para los jóvenes de hoy... El ya no ciego se vuelve discípulo, modelo para todos nosotros que queremos "seguir a Jesús por el camino" hacia Jerusalén: creer más en Jesús que en nuestras ideas sobre Jesús. La comprensión total del seguimiento de Jesús no se obtiene por la instrucción teórica, sino por el compromiso práctico, caminando con él por el camino del servicio, desde Galilea hasta Jerusalén.
Con corazón salesiano
El joven sacerdote Juan Bosco, de 26 años, recorre las calles de Turín. Y también las cárceles de Turín. Lo que escucha y ve, no le es indiferente. Escribirá después: "Me horroricé al contemplar cantidad de muchachos, de doce a dieciocho años, sanos y robustos, de ingenio despierto, que estaban allí ociosos, atormentados por los insectos y faltos en absoluto del alimento espiritual y material. Constaté, también, que algunos volvían a las cárceles porque estaban abandonados a sí mismos. Quién sabe, decía para mí, si estos muchachos tuvieran fuera un amigo que se preocupase de ellos e instruyese, si no bajaría el número de los que vuelven a la cárcel" (MO 111).
A la Palabra, le digo
Señor, ayudame a estar siempre a tu espera, no solo en la oración sino también en las acciones. Enseñame a ser el ciego, que en el camino se vuelve discípulo de vos. Dame la fe para ser yo, espíritu y guía de los demás.
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