La Palabra me dice
De un lado, se encontraban los cobradores de impuestos y los pecadores, del otro los fariseos y los doctores de la ley. Ellos quieren oírlo. Jesús les dijo entonces esta parábola: "Si alguien tiene cien ovejas": Jesús comienza tomando ejemplos de la vida cotidiana. Se pregunta, y se responde él mismo. Seguramente, antes de responder, debe haber mirado a quienes lo escuchaban, para ver cómo respondían. Parte de una pregunta que, de por sí, ya miraba hacia una respuesta orientada, como que es "obvia" la respuesta: Hay que cuidar lo que se tiene. En la parábola el dueño de las ovejas hace lo que nadie haría: deja todo y va detrás de la oveja perdida. Sólo Dios mismo puede tener esta actitud. Jesús quiere que el fariseo y el escriba que existe en nosotros, en mí, tome conciencia. Los fariseos y los escribas abandonaban a los pecadores y los excluían. Nunca irían tras la oveja perdida. Dejarían que se perdiera en el desierto. Prefieren a las 99 que no se perdieron. Pero Jesús se pone en lugar de la oveja que se perdió, y que en aquel contexto de la religión oficial caería en la desesperación, sin esperanza de ser recibida. El Dios de Jesús no es un Dios pasivo, que se contenta simplemente con lo que tiene, y deja hacer. Hace, busca, trata, propone... y se alegra cuando encuentra. No como una revancha, sino desde lo contagioso de tener lo valioso de vuelta. El Dios del Reino que presenta Jesús es, ante todo, alegría por la búsqueda, el rescate, el perdón, la reconciliación y la fiesta. Jesús nos presenta el Reino como una celebración casera de la vida y de los valores recuperados e integrados en el grupo de amigos y amigas del Reino.
Con corazón salesiano
"Cerca o lejos, yo pienso siempre en ustedes. Uno solo es mi deseo, que sean felices en el tiempo y en la eternidad. Este pensamiento y este deseo me han impulsado a escribirles esta carta. Siento, queridos míos, el peso de la distancia a que me encuentro de ustedes, y el no verlos ni oírlos me causa una pena que no pueden imaginar" (Inicio de la Carta sobre al espíritu de Familia, enviada por Don Bosco desde Roma en mayo de 1884).
A la Palabra, le digo
Espíritu Santo, Espíritu de Dios, en este momento quiero pedirte dos dones. Uno, el que jamás olvide el amor y la pasión con que Dios me busca. Otro, que me sienta siempre más impulsado a buscar al que está perdido, dar luz al que está desorientado. Te pido estos dos dones porque presiento que allí está toda la plenitud. Amen.
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