Evangelio del Dia

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Miércoles 06 de Noviembre de 2024

La Palabra dice


Lc. 14, 25-33

Junto con Jesús iba un gran gentío, y él, dándose vuelta, les dijo: «Cualquiera que venga a mí y no me ame más que a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y hermanas, y hasta a su propia vida, no puede ser mi discípulo. El que no carga con su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo. ¿Quién de ustedes, si quiere edificar una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, para ver si tiene con qué terminarla? No sea que una vez puestos los cimientos, no pueda acabar y todos los que lo vean se rían de él, diciendo: "Este comenzó a edificar y no pudo terminar". 

¿Y qué rey, cuando sale en campaña contra otro, no se sienta antes a considerar si con diez mil hombres puede enfrentar al que viene contra él con veinte mil? Por el contrario, mientras el otro rey está todavía lejos, envía una embajada para negociar la paz. De la misma manera, cualquiera de ustedes que no renuncie a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo.»

La Palabra me dice


Parece que la clave para interiorizar este texto está en la palabra "discípulo". Lo exigido por Jesús para transformarse en su discípulo hace pensar que el discipulado es una opción de alto valor. No da lo mismo ser o no ser discípulo. No gano más tranquilidad ni paz ni armonía agregando a mis muchos títulos identificatorios el de discípulo. ¡No! Es por este título que todo otro título... y persona... y bienes... y opciones... deben desaparecer o, al menos, tomar el valor y lugar que, en mi vida, realmente les corresponde.

Jesús me pide más que respeto; más que obediencia; más que fidelidad... Amor es lo que anhela. Pero sin entrar en competencias. No quedan dudas: Jesús no me pide algo, ¡me pide todo! Es un Dios celoso; Él quiere lo que le corresponde y mi corazón, mi centro sólo a Él le corresponde por derecho propio.

Sólo quien encontró algo que vale más es capaz de perder voluntariamente aquello que posee y que, en la comparación, vale menos. Sólo puedo desprenderme de lo que mi corazón aferra fuertemente pero que lo ahoga, si es que antes encontré el Tesoro: Jesús. Sí. Es verdad que el que da el primer paso en el encuentro es Él. Pero mi libertad está activa para aceptarlo o no. Para darle el primer lugar o no. Para que tome el trono de mi corazón o no... Todo es Gracia, pero Gracia que respeta mi libertad de opciones. Intuyo como verdad a gritos que Jesús no comparte su señorío: o Él, Dios, o los ídolos, a los que permitiría me esclavicen.


Con corazón salesiano


Antes de su ordenación diaconal, en medio de grandes tensiones y dudas respecto a su futuro, Don Bosco optó por Jesús. No fue fácil. No lo hizo en medio de consolaciones. O Jesús u otras posesiones materiales y afectivas. Se disputaban el puesto central. Juan eligió. Y eligió para siempre.


A la Palabra, le digo


Elegirte a Vos, Jesús, y a nadie ni nada más es lo que plenifica mi vida. Pero tantas cosas se me adhirieron al corazón en el tiempo transcurrido... Tanto quiere ocupar ese lugar que sólo a Vos te corresponde... A veces no te amo sobre todo y sobre todos... muchas veces es así... Pero confío en que tu Gracia me sostiene y alienta para no perder la esperanza de ser capaz, algún día, de regalarte verdaderamente mi corazón y de decirte que sos Vos mi único Señor, mi único Bien y mi único Amor.

Que con María pueda seguir recorriendo tu invitación a dar toda mi vida por vos y por los jóvenes más pobres.