La Palabra me dice
En el día de ayer el Evangelio nos exhortaba a no ser insensatos, y a no poner nuestra confianza en los bienes materiales. Hoy Jesús continúa con su enseñanza, y mediante una nueva parábola la completa. Nos enseña que a nuestras fuerzas, más que ponerlas en adquirir y mantener riquezas, debemos concentrarlas en la espera de la venida de nuestro Señor. Mediante estas enseñanzas, Jesús quiere confiarles a sus discípulos lo más íntimo suyo, las actitudes más profundas de su corazón: el desapego de los bienes terrenos, la confianza en la providencia del Padre, y la espera activa del Reino de Dios.
Con corazón salesiano
Don Bosco tenía la costumbre de proponerle a sus muchachos un ejercicio tan extraño como formidable: el ejercicio de la buena muerte. Buscaba con él despertar en ellos el sentido del límite y la fundamental responsabilidad de la vida. Que puedan vivir sus vidas sabiendo que ésta tiene una meta, y que algún día alguien que nos preguntará: ¿Qué has hecho con todo lo que te he dado?
A la Palabra, le digo
Hay un deseo que estaba adormecido en mi interior, y que tus palabras hicieron despertar. Es un deseo grande, un deseo profundo: el de encontrarme algún día contigo, con mi Señor, junto a todos mis hermanos y compañeros de camino. Te pido la gracia de no silenciarlo buscando satisfacer otros deseos intrascendentes, menores, que sólo buscan distraerme. Que no me conforme con poco, Señor, porque sólo en tu horizonte encontraré la verdadera felicidad.
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