La Palabra me dice
Duro, muy duro el relato que Lucas nos hace de este episodio, en el que Jesús, dirigiéndose a los fariseos, que presumían de ser justos y cumplidores de la ley, les reprocha que sus actos estén dirigidos realmente de cara a la galería, olvidándose de lo realmente importante. Jesús enumera una serie de lamentaciones para denunciar dos deformaciones religiosas típicas: la hipocresía y la vanidad. Y es que cuando las personas se focalizan en el cumplimiento externo meticuloso, suele haber detrás un corazón olvidado de la justicia y el amor. Este duro discurso de Jesús, también debe decirnos algo hoy; cuántos de nosotros nos convertimos en “Cristianos de Vitrina”, nos gusta aparentar lo buenos que somos, colocarnos en sitios destacados para que nos vean, que la gente nos admire por lo que aparentamos ser y no somos.
Con corazón salesiano
Si algo debemos destacar de las enseñanzas de Don Bosco es su sinceridad y desinterés por aparecer en las “vitrinas”. Recordemos una de sus frases: “Haz el bien sin esperar agradecimiento de nadie, sino de Dios únicamente”.
A la Palabra, le digo
La hipocresía mantiene una apariencia engañadora. ¿Hasta dónde actúa en mí la hipocresía? ¿Hasta dónde actúa en nuestra Iglesia?
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