La Palabra me dice
Jesús toma conciencia de que se acerca el tiempo de salir de este mundo, de la última etapa de su misión. Los acontecimientos pascuales están cerca; el designio salvador de Dios está llegando a su total cumplimiento. Pero todo esto no sucederá sin la aceptación voluntaria de Jesús. Es Él quien toma “la firme determinación de emprender el viaje a Jerusalén”, centro geográfica de la historia de salvación para el evangelista Lucas. Sabiendo que es una peregrinación que lo conducirá a la muerte, pero también a la resurrección, la encara con decisión. No hay nada que lo haga cambiar de parecer. Su camino a Jerusalén se inicia con un rechazo, fruto de la hostilidad histórica que había entre judíos y samaritanos. Jesús sabe bien de “rechazos”; también en su propia tierra, donde se había criado, lo echaron a empujones. Pero, a diferencia de sus discípulos, Él entiende que este tipo de dificultades también son parte del “camino”, y del itinerario que todo auténtico creyente está invitado a recorrer. Santiago y Juan quieren acabar con quienes los rechazan. ¿Hay alguna diferencia entre sus deseos de venganza y el rechazo de los samaritanos? Ambas reacciones se parecen, y los discípulos terminan siendo iguales que sus supuestos enemigos. Pero la misión de Jesús es distinta. Por eso Él se volvió hacia ellos y los reprendió. No han entendido que la actitud de su Maestro es siempre la de misericordia y no de destrucción.
Con corazón salesiano
Don Bosco fue un santo que llevó adelante una obra pastoral gigantesca. Y si pudo realizar esto, fue en gran parte a la firme determinación que poseía. Pietro Brocardo escribe acerca de él: “Meditaba largamente sus proyectos, los confrontaba con su experiencia, pedía consejo, interrogaba al Señor en la oración asidua, pero, cuando había tomado una determinación, ningún obstáculo podía detenerlo” (Pietro Brocardo: “Don Bosco, profundamente hombre, profundamente santo”; 2001).
A la Palabra, le digo
Jesús, nosotros también somos peregrinos. Recorremos el camino de tu seguimiento junto a tantos hermanos y hermanas que nos acompañan en la fe. Juntos transitamos esta experiencia que es dinámica y progresiva, llena de vida, que se juega en lo cotidiano. Vamos aprendiendo mientras caminamos tras de Ti. Nuestro horizonte es tu salvación y tu amor. Pero a veces nos extraviamos en nuestros egoísmos y rivalidades, perdiendo de vista el camino de misericordia que trazaste para nosotros. Ayúdanos a ser firmes en nuestra determinación de seguirte, valientes ante los desafíos que nos toque afrontar, y siempre signos y portadores de tu amor. Amén.
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