La Palabra me dice
Una cosa es clara de la vida de Jesús: no buscó complacer expectativas para agradar o quedar bien. Vivía una vida que no estaba marcada por la ascesis sacrificada, ni la lejana perfección ni el arrobo místicoide. Era un hombre criticado por comilón y borracho, amigo de gente despreciable. Siempre hay una excusa para no entregarse a Dios… Jesús no tiene miedo de juntarse con cualquier persona, no permanece aislado de la concreta realidad de su pueblo; era un enamorado de la Humanidad. Su vida es una invitación para todos los cristianos nos atrevamos a insertarnos en todos los ambientes, para que amemos a las personas y no pretendamos aislarnos en grupos “selectos”.
Con corazón salesiano
Para la Iglesia de su época, Don Bosco era un adelantado, un visionario, pero también incomprendido. No era bien visto que un sacerdote jugara con los chicos en el patio, que tuviera tanta familiaridad con los niños y jóvenes, porque los sacerdotes eran considerados personas de un status diferente, y aquello era indigno de su estado de vida. Pero nuestro amado papá sabía que Jesús le pedía exactamente eso: ponerse en medio de ellos y mostrarles, desde ahí, la belleza de la virtud y la fealdad del pecado. En su vida también “la sabiduría ha sido reconocida como justa.”
A la Palabra, le digo
Animá Jesús nuestra entrega, para que no esté condicionada por el “qué dirán” sino por lo que el Padre dice. Que tengamos el discernimiento claro para descubrir dónde debemos estar, con quiénes y cuándo. Amén
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