Evangelio del Dia

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Jueves 12 de Septiembre de 2024

La Palabra dice


Lc. 6, 27-36

«Pero yo les digo a ustedes que me escuchan: Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian. Bendigan a los que los maldicen, rueguen por los que los difaman. Al que te pegue en una mejilla, preséntale también la otra; al que te quite el manto, no le niegues la túnica.

Dale a todo el que te pida, y al que tome lo tuyo no se lo reclames. Hagan por los demás lo que quieren que los hombres hagan por ustedes. Si aman a aquellos que los aman, ¿qué mérito tienen? Porque hasta los pecadores aman a aquellos que los aman. Si hacen el bien a aquellos que se lo hacen a ustedes, ¿qué mérito tienen? Eso lo hacen también los pecadores. Y si prestan a aquellos de quienes esperan recibir, ¿qué mérito tienen? También los pecadores prestan a los pecadores, para recibir de ellos lo mismo.

Amen a sus enemigos, hagan el bien y presten sin esperar nada en cambio. Entonces la recompensa de ustedes será grande y serán hijos del Altísimo, porque él es bueno con los desagradecidos y los malos. Sean misericordiosos, como el Padre de ustedes es misericordioso.»

La Palabra me dice


En el discurso del llano del evangelio de Lucas, Jesús proclama un mensaje universalista con la pretensión de un profundo cambio social y cultural que parte del mismo querer de Dios para la humanidad. ¡Jesús es el mensajero del Padre! Y la centralidad de su anuncio reside en la transformación por el amor; no el amor a secas, sino un amor creativo como es el amor de Dios.

Un amor que se sobrepone de las violencias y enemistades; un amor que no ingresa en la lógica del comercio del dar para que me den; un amor que en definitiva crea nuevos modos de relación y de lógicas sociales, en las cuales prevalece la misericordia por sobre la justicia.

Es un amor lo más parecido al amor del Padre que, misericordioso, cuida de cada uno de sus hijos e hijas, aunque ellos sean desagradecidos y olvidadizos de aquél que les otorga y les conserva en su existencia. Así de generoso y amplio está llamado a ser nuestro amor, y desde este amor revolucionario transformar las lógicas dominantes de un mundo egoísta.


Con corazón salesiano


Don Bosco, en su camino de fidelidad a la misión encomendada por Dios, sufrió grandes incomprensiones y conflictos, no solamente con autoridades civiles sino también en el interior de la misma Iglesia.

Son bien conocidas las dificultades que tuvo con su obispo Monseñor Lorenzo Gastaldi, que significaron una verdadera cruz para nuestro padre. Este obispo, por incomprensiones y ciertamente por una diferente manera de ver las cosas, puso severos obstáculos al quehacer de Don Bosco: no se fiaba de él ni de su Congregación, no quería ordenar sacerdotes a los seminaristas salesianos; no lo recibía en audiencia; llegó al extremo de quitarle a Don Bosco la facultad de confesar; escribía al Vaticano contra él, poniendo a algunos cardenales contra Don Bosco. 

Con todo esto, nuestro padre nunca se rebeló, nunca habló mal de su arzobispo; le mantuvo gran respeto y rezaba por él.


A la Palabra, le digo


Dame, Señor, un corazón misericordioso como el tuyo. Que sepa amar a pesar de las contradicciones y rechazos que pueda enfrentar en procura del bien. Que sepa amar más allá de ser correspondido en el amor y en la valoración de mis acciones. Que no espere más que el premio de mi conciencia de haber hecho lo que debía hacer y de saberme hijo querido del Padre.