La Palabra me dice
Así como en las redes sociales, si en una publicación nuestra tenemos 95 comentarios buenos y 5 malos, seguramente nos vamos a centrar en los malos, con la vida y el Reino de Dios puede pasarnos lo mismo: el mal tiene el poder de llamarnos mucho más la atención que el bien. En esto, la gente sencilla suele ser bastante más sabia que nosotros que a veces nos creemos "conocedores de las cosas de Dios", sabiendo pararse sobre lo que tienen, más que sobre lo que no tienen. El centrar la atención más en lo que falta que en lo que ya hay hecho, tiene mucho más poder destructivo de lo que pensamos. Nuestras energías ya no están puestas en cuidar el trigo, regarlo, abonarlo, festejar con amigos y agradecer a Dios por la lluvia, por su crecimiento; ahora mi atención está puesta en como destruir esa cizaña, sacar cuentas cuánto daño hizo, comentarles a otros lo malo y perjudicial que es, convocar a más gente para -pisoteando el trigo- ir a sacarlo. Nuestra energía vital, positiva, que contagia alegría, que agradece y valora, va siendo poco a poco reemplazada por una que calcula, que habla mal de otros, que propaga el miedo y la "precaución".
Pareciera que en la lógica del Reino, Jesús nos invita a aferrarnos a lo bueno, aceptando que lo malo está y convivirá con nosotros, siempre, especialmente en nuestro interior, en nuestro propio corazón. Pero esa cizaña no debe robarnos la alegría, no debe corrernos del foco. Lo que cosecharemos al final no será nuestra lucha contra el mal sino nuestra entrega por el bien. Como el mismo Jesús, que "pasó por el mundo haciendo el bien" (Hc1.40,38)
Con corazón salesiano
Don Bosco decía “No hay jóvenes malos, sólo hay jóvenes que necesitan que alguien les diga que pueden ser buenos”. Esto que está ampliamente comprobado por la experiencia de Don Bosco y de todos aquellos que acompañamos jóvenes desde nuestro carisma, suena lindo pero suele ser fruto de procesos largos de perseverancia y paciencia. Parábolas como la de hoy son las que nos alientan a seguir adelante, sabiendo que, muchas veces, no seremos nosotros quienes veremos los frutos.
A la Palabra, le digo
Señor, Dame la gracia de poder pensar en positivo, de pararme siempre en lo bueno, en lo caminado. Nos rodean los signos de tu amor, desde el momento que nos despertamos. Enseñanos a verlos, valorarlos para descubrir que siempre es más el trigo que la cizaña.
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