La Palabra me dice
Algo que siempre me llamó la atención, es porqué María de Magdala no reconoce a Jesús “de una” cuando lo ve. Y no sólo ella, a los discípulos de Emaús les pasa lo mismo. De hecho caminan y charlan con Él durante un buen rato sin darse cuenta. Tanto María como ellos solo lo “ven” cuando pasa algo que les hace “eco” en su interior, los hace “despertar”: ella cuando Jesús la nombra, es decir, cuando toca su identidad profunda y le recuerda quién es y a ellos, cuando parte el pan, gesto que hace memoria de entrega y anima a la vivencia de la fraternidad. Cuántas veces estaremos nosotros en la misma situación frente a Jesús, frente a signos del Reino, frente a la acción del Espíritu que se expresa de variadas formas: en una charla, un encuentro, una “casualidad”, un sentimiento, una situación concreta que se nos presenta y no lo reconocemos resucitado. Está bueno tomar conciencia de que nuestro Dios es un Dios que actúa, que interviene, que nos acompaña muy concretamente en nuestra vida, en nuestro caminar, en nuestras circunstancias de todos los días, solo que a veces nos falta “conectarnos” con él, nos falta aprender a mirar con los “anteojos del reino”, es misión de cada uno poder ir descubriendo cuál es en su corazón la “clave de wifi” que nos conecta con ese Dios. Jesús como a María, nos confronta con nuestras búsquedas, nos recuerda la identidad propia y nos envía a una misión.
Con corazón salesiano
¿Cómo reconocer a Dios y su voz, y su querer en nuestras vidas? No es sólo darnos cuenta de la presencia de Dios en tal o cual circunstancia, sino que reconocerlo, implica la transformación total de nuestras vidas. Veamos en Don Bosco algo de esto. “Mientras tanto, se acercaba el final del Curso de Retórica, época en que los estudiantes acostumbran decidir sobre su vocación. El sueño de Murialdo estaba siempre fijo en mi mente; se me había repetido otras veces… Pero, al no querer hacer caso a los sueños, mi forma de vivir, ciertos hábitos de mi corazón y la falta absoluta de las virtudes necesarias para este estado, hacían dudosa y bastante difícil mi decisión. [...] Aconsejándome conmigo mismo y de algún libro, me decidí a entrar en la Orden Franciscana”. “Abrazaré el estado eclesiástico, renunciaré al mundo, entraré en un claustro, me daré al estudio, a la meditación; de esta manera, en soledad, podré combatir las pasiones, especialmente la soberbia que había echado hondas raíces en mi corazón”. "Hice, pues, la petición a los conventuales reformados, realicé el examen y fui aceptado. Todo estaba preparado ya para entrar en el convento de la Paz, en Chieri”. ¿Cómo fue que se cambiaron los planes? Estar dispuesto a encontrarse con Jesús en las circunstancias que Jesús se quiso revelar. Así como Don Bosco menciona su negación a “hacer caso” a las mediaciones previas, en esta ocasión, donde ya tenía todo claro, Jesús vuelve a irrumpir en su vida. “Pocos días antes de la fecha fijada para mi entrada tuve un sueño de lo más extraño [...] un fraile me dijo “Dios te prepara otro lugar y otra mies". [...] Por esos días, sucedió algo que me impidió efectuar mi proyecto". Estar abierto al encuentro con Jesús resucitado es estar abierto a recibirlo de las más variadas formas, como él quiera revelarse… Dios muestra su querer, Él interviene en nuestra historia. Por la obediencia de nuestro padre a Dios, estamos hoy aquí. “Como los obstáculos eran muchos y duraderos, resolví exponerle todo a mi amigo Comollo”, su amigo fiel, con quien buscan la voluntad de Dios.
A la Palabra, le digo
Hoy escucho mi nombre en tus labios, Jesús, y me recordás aquella identidad profunda que me diste, me volvés al centro, te reconozco. Jesús, te pido que nos ayudes a reconocerte y a vivirte en cada instante de nuestras vidas, a descubrir qué nos sugerís, que querés de nosotros, que traés a nuestras vidas. Te recibimos tal como te presentás, aunque no siempre “de una” te reconozcamos. Sabemos que traes una novedad a nuestras vidas y una misión. Que sepamos reconocerte, escucharte y obedecerte en la misión confiada.
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