La Palabra me dice
El capítulo 10 de Mateo es el segundo discurso o sermón a sus discípulos. Este discurso es entorno a la misión. Esta primera parte la desglosamos en tres subdivisiones: a) el llamado y el otorgamiento de autoridad (v.1); b) el nombre de los doce (vv. 2-4), y c) la primeras instrucciones de este plan misional. a) Jesús eligió a doce hombres. Así como los doce hijos de Jacob –jefes de los clanes- fueron la piedra basal del inicio del pueblo de Dios-Israel, ahora Jesús elige a doce hijos de Israel para fundar el nuevo pueblo de Dios, en el cual el nuevo vínculo es el Espíritu. A estos ‘primeros’ les otorga una autoridad nueva: expulsar toda clase de males y curar toda dolencia y enfermedad. En griego los verbos son ekball y therapeu. La autoridad de expulsar y curar es clave para entender la misión de la Iglesia. Sobre los Doce pesa una enorme responsabilidad, pues si se renuncia o traiciona esta esta autoridad habrá muchos hermanas y hermanos que quedaran al borde del camino.
b) El nombre de los discípulos. Los más significativos son el primero y el último: Pedro y Judas. Las dos caras de la misma moneda. El primero trató con todas sus deficiencias humanas de llevar a cabo lo mejor posible esta misión; el segundo traicionó la misión. La comunidad cristiana es Pedro, débil pero perseverante hasta el final en llevar el don de Dios a cada ser humano necesitado en su cuerpo y espíritu. Judas es la iglesia que claudica bajo muchas formas, traiciona, no sólo abandonando la fe en su Maestro, sino quedándose en ella aprovechando de mala manera su autoridad y privilegios.
c) Las primeras instrucciones. La orden de ir solamente a los hijos de Israel no es por una cuestión exclusivista, pues si ellos aceptan el don que llevan los Doce, la puerta de la salvación quedará abierta a los no judíos. Si los israelitas reconocen esta nueva autoridad proveniente de Jesús, también querrán compartir esta inmensa riqueza con otros hermanos que también están necesitados de la curación y del mensaje esperanzador del Reino de los Cielos.
Con corazón salesiano
Don Bosco inició su Obra con un Ave María. Qué lindo si nosotros también iniciamos nuestro día, nuestras tareas cotidianas invocando a María Auxiliadora, pidiéndole a Ella que nos acerque cada vez más a Dios, para que vivamos continuamente cumpliendo Su Voluntad y en Su Presencia.
A la Palabra, le digo
Dios te salve María…
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