La Palabra me dice
¡Qué intimidad tan profunda revelan las palabras de Jesús para con su Padre! Son las últimas palabras, la oración que da comienzo a su pasión. San Juan nos hace participes de la visión de su corazón, que se dirige a su Padre en la cena de despedida: su petición la hace por los suyos, sus discípulos, los continuadores de su misión: Padre mío: que sean uno, como tú y yo. ¡Qué unidad más fuerte, más compacta puede haber, como la de la Trinidad: identificación de divinidad, de voluntad, unión en el Amor! “Ut Unum sint” (latín: “Que sean uno” es una encíclica redactada por Juan Pablo II). ¡Cuánto necesita el mundo en estos días de esta unidad! No hay unidad donde no hay amor, no hay unidad donde no está Dios.
Con corazón salesiano
"Dios Padre, Tú me consagraste a Ti el día de mi bautismo...": Con plena confianza en Ti y en la conducción del Espíritu Santo, me lanzo a esta hermosísima y difícil tarea de vivir el carisma salesiano. Los jóvenes te esperan a través mío. En mi entrega te tienen que descubrir a vos y encontrar también ellos, la alegría y la esperanza de que esta vida tiene sentido, que vale la pena vivir. "La acción del Espíritu es fuente permanente de gracia y apoyo en el esfuerzo diario". En este mundo de hoy en que todo es provisorio y caduco, qué difícil es serle fiel a un proyecto de vida, a un amor sin límites, a una entrega para siempre. Don Bosco marcha adelante en su ejemplo y en su entrega. El sueño de la pérgola de rosas por la que él caminaba nos debe alentar a la entrega, al sacrificio y al dolor. Sólo así se conquistan las personas, las vidas.
A la Palabra, le digo
Señor, dejo en tus manos mis preocupaciones. Ayúdame a confiar en tu providencia, para que la revisión de mis actitudes y comportamiento, me ayude a vivir lo que creo. Sé que Tú estás conmigo, pero frecuentemente se me dificulta compartir mi fe con los demás. Dame la fortaleza para hablar de Ti y de tu amor, especialmente a mi familia. Amén.
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