La Palabra me dice
Tantas preguntas tenemos los discípulos de Jesús. Nos gusta saber el significado de todo. Jesús sólo nos responde con insistencia con el tema de la alegría, la alegría profunda que se llama “gozo”. Este gozo viene cuando se hace presente su Espíritu. Si estamos atentos descubrimos que no se trata solo de algo meramente racional, intelectual. Estamos invitados a hacer “experiencia” del Espíritu Santo. Una real experiencia es zambullirnos en ese amor que hace presente al Hijo de Dios. Las tristezas se convierten en gozo.
Con corazón salesiano
Tengamos presente la famosa bendición de María Auxiliadora compuesta por Don Bosco. Con ella consiguió de Dios muchos milagros. Por tradición los salesianos la recibimos cada 24 de mes, en diversas ocasiones, y sobre todo el día de su Fiesta. Detengámonos sólo en una de sus expresiones, la que se refiere a la alegría. La oración final dice así: “Dios todopoderoso y eterno, que con la ayuda del Espíritu Santo, preparaste el cuerpo y el alma de María, la Virgen Madre, para ser digna morada de tu Hijo; al recordarla con alegría, líbranos por su intercesión de los males presentes y de la muerte eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor". Si la miramos desde el evangelio de Jesús que hoy meditamos, esa alusión a la alegría no es sólo poética o circunstancial, sino que nos pone en sintonía con el corazón, el alma de nuestra Madre, con su magníficat. “Mi alma canta la grandeza del Señor, mi espíritu se alegra en Dios, mi Salvador”.
No es una oración inventada por Don Bosco, pero seguramente la eligió entre otras de la tradición cristiana porque alude a esa disposición del ánimo de un hijo que desea experimentar la alegría liberadora por su intercesión.
A la Palabra, le digo
Gracias, Señor, por la alegría que nace de tu Pascua, alegría que transforma nuestras tristezas en gozo. Gracias por darnos a María, por quien recibimos tu bendición sanante y liberadora.
Que sepamos aprender también a bendecirte en toda ocasión y a ser multiplicadores de tus bendiciones.
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