La Palabra me dice
Estar unidos a Jesús tiene otro efecto: la alegría profunda, el gozo interior. El gozo que nace de vivir en la amistad con Dios, en la gracia de Dios, gracias a cumplir los mandamientos de su Padre. Normalmente andamos por la vida ocupados, preocupados, estresados, influenciados por contextos negativos, y por el bombardeo de noticias cargadas de tristeza. Para sonreír en medio de las dificultades y sufrimientos, necesitamos experimentar en nuestro yo profundo el amor de Dios, su presencia pascual que transforma la muerte en vida. Se trata de una alegría que nos hace vivir como resucitados.
Con corazón salesiano
“Faccia allegra, cuore in mano, ecco fatto il salesiano” – Cara alegre, corazón en la mano, ese es el salesiano – era una expresión clásica, elaborada por los viejos salesianos, para definir una síntesis de nuestro carisma. Un chico del oratorio, Pablo Álbera, recuerda a Don Bosco de esta manera: “la sonrisa florecía en sus labios, siempre nueva y variadísima, pero siempre calma”.
Madre Mazzarello, por otro lado, en sintonía con el mismo don del Espíritu, vivía alegre y promovía el ambiente de alegría. En sus cartas preguntaba muy a menudo a sus hijas: “¿Estás contenta? ¿Están contentas? Me gustaría también que estuvieses siempre alegre. Y afirmaba: “una gran alegría es la señal de un corazón que ama mucho al Señor”, mientras que “la tristeza es la madre de la tibieza”.
Llegar a estar alegres es la expresión de la propuesta educativa pastoral de Don Bosco en la que resume toda la santidad juvenil salesiana, que Domingo Savio expresaba sabiamente diciendo: “Nosotros hacemos consistir la santidad en estar siempre alegres”.
A la Palabra, le digo
Gracias, Señor, porque en tu Resurrección descubrimos la fuente de nuestra verdadera alegría. Gracias por darnos a tu Madre, causa de nuestra alegría. Junto a Ella queremos pedirte hoy que podamos que renovemos nuestro deseo de brindar una sonrisa sincera a los que tratarán con nosotros.
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