La Palabra me dice
En versículos previos, Jesús enseña el deber y el modo de orar y continua con las indicaciones en el relato de hoy, haciendo énfasis en la sencillez en cuando al uso desmedido de palabras; tender la simplicidad y llegar, incluso al silencio para ser contemplado por Dios y contemplarlo a Él y luego con la voz del corazón exponer toda la vida. Ciertamente el Padre ya lo sabe todo, pero no es lo mismo que Dios lo sepa a que nosotros se lo contemos. Se trata pues, de experimentar su inmenso amor ya que, cuando se es amado, no se precisa de muchas palabras. En cuanto a la expresión Padre, Jesús, rompe con nuestra concepción racional o religiosa de ser supremo que tenemos de Dios para hacerlo más cercano, tanto como un niño a su papá. Recordemos que la expresión hebrea abba, es algo así como ¡papito querido! Esto expresa la admiración del hijo ante la santidad y la grandeza de su papá y por lo tanto quiere que así lo reconozcan los demás y santifiquen su nombre. La oración del Padre Nuestro se fija plenamente en Dios, Él es el centro, no nosotros, lo cual, a nuestro ego puede resultarle algo incómodo, sobre todo cuando al final, al pedir que nos perdone en la medida en que perdonamos, abre la dinámica relacional de dos (el Padre y yo) a tres (los que nos ofenden). Jesús quiere así, que los tengamos en cuenta, que los vinculemos a nuestra oración.
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