Evangelio del Dia

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Viernes 26 de Enero de 2024

La Palabra dice


Lc 10, 1-9

Después de esto, el Señor designó a otros setenta y dos, y los envió de dos en dos para que lo precedieran en todas las ciudades y sitios adonde él debía ir. 

Y les dijo: «La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha. ¡Vayan! Yo los envío como a ovejas en medio de lobos. No lleven dinero, ni alforja, ni calzado, y no se detengan a saludar a nadie por el camino. Al entrar en una casa, digan primero: "¡Que descienda la paz sobre esta casa!". Y si hay allí alguien digno de recibirla, esa paz reposará sobre él; de lo contrario, volverá a ustedes. Permanezcan en esa misma casa, comiendo y bebiendo de lo que haya, porque el que trabaja merece su salario. No vayan de casa en casa. En las ciudades donde entren y sean recibidos, coman lo que les sirvan; curen a sus enfermos y digan a la gente: "El Reino de Dios está cerca de ustedes".»

La Palabra me dice


El texto de este día, presente también en Marcos y Mateo, centra nuestra atención en la evangelización de todos los pueblos, que viene como consecuencia del anuncio del Reino ya presente en medio del Pueblo de Dios. Un reino que no es solo para el pueblo elegido, sino que debe anunciarse su llegada a todos los pueblos. El hecho de llamar a setenta y dos discípulos hace una referencia a Génesis 10, donde se identifica el número con la cantidad de pueblos paganos, es decir, el resto del mundo que no es el pueblo elegido. La universalidad del mensaje de Jesús es más que clara en este evangelio del envío. 

Este mensaje es confiado a los discípulos en un momento específico del Evangelio: el grupo está subiendo a Jerusalén. Así, el camino a Jerusalén se convierte en modelo para el camino de la Iglesia futura. Van de a dos, porque los discípulos no van a hablar sobre sí mismos, sino van a anunciar y a testimoniar sobre una persona, Jesucristo, el enviado del Padre. En el plano jurídico de Israel, sólo el testimonio de dos personas podía tener validez. Su tarea entonces, no era predicar su propio mensaje, sino preparar el camino de Jesús y dar testimonio de él.

El anuncio debe darse asumiendo una pobreza que lo testimonie. Además, hay algunos cambios en la vida humana que Jesús invita a asumir con la llegada del Reino: el no saludar a nadie en el camino es la urgencia de la misión que no permite detenerse en la complejidad de la cortesía oriental. Es que el mensaje de Jesús es la proximidad de la salvación (es el saludo) ya realizada en Jesús. Lo mismo sucede con la imagen de la mies, ya anunciada por Juan el Bautista. Ahora la época de la mies ha llegado con la predicación de Jesús. A esta tarea son asociados los discípulos de todos los tiempos. A cada discípulo se lo invita a atender esa cosecha. Pero las dificultades serán muchas. Por eso, Jesús advierte que serán como corderos entre lobos, como lo fue el Pueblo elegido entre los pueblos paganos.

Con corazón salesiano


PREPARACIÓN PARA LA ELECCIÓN DE ESTADO.

Mientras tanto, se acercaba el final del curso de retórica, época en que los estudiantes acostumbran a decidir su vocación. El sueño de Murialdo estaba siempre fijo en mi mente; es más, se me había repetido otras veces de un modo bastante más claro, por lo cual, si quería prestarle fe, debía elegir el estado eclesiástico, hacia el que sentía, en efecto, inclinación; pero la poca fe que daba a los sueños, mi estilo de vida, ciertos hábitos de mi corazón y la falta absoluta de las virtudes necesarias para este estado, hacían dudosa y bastante difícil tal deliberación. (…)

Aconsejándome conmigo mismo, después de haber leído algún buen libro, decidí entrar en la orden franciscana. «Si me hago sacerdote secular, pensaba para mí, mi vocación corre riesgo de naufragio. Abrazaré el estado eclesiástico, renunciaré al mundo, entraré en el claustro, me daré al estudio, a la meditación, y así, en la soledad, podré combatir las pasiones, especialmente la soberbia, que ha echado hondas raíces en mi corazón». Hice, pues, la demanda a los conventuales reformados, sufrí el correspondiente examen, me aceptaron, y todo quedó a punto para entrar en el convento de la Paz, en Chieri.

Pocos días antes del fijado para mi entrada, tuve un sueño bastante extraño. Me pareció ver una multitud de aquellos religiosos con los hábitos rotos, corriendo en sentido contrario los unos de los otros. Uno de ellos vino a decirme: «Tú buscas la paz, y aquí no vas a encontrarla. Observa la actitud de tus hermanos. Dios te prepara otro lugar: otra mies». Quería hacer alguna pregunta a aquel religioso, pero un rumor me despertó, y ya no oí nada más. (…) Sucedió entre tanto algo que me impidió efectuar aquel mi proyecto. Como los obstáculos eran muchos y duraderos, resolví exponer la cosa al amigo Comollo. El me aconsejó que hiciera una novena, durante la cual escribiría a su tío, párroco arcipreste.(…) 

De vuelta a casa encontramos una carta de don Comollo, concebida en estos términos: «Considerado atentamente todo lo expuesto, aconsejaría a tu compañero no entrar en un convento; tome la sotana y, mientras sigue los estudios, conocerá mejor lo que Dios quiere de él. No tema perder la vocación, ya que con el recogimiento y las prácticas de piedad superará todos los obstáculos». Seguí aquel consejo y me apliqué seriamente a cuanto pudiera ayudarme para vestir la sotana. 

A la Palabra, le digo


A abrir camino me llamas


No hay caminos en mi vida, Señor;

apenas senderos que hoy abro y mañana desaparecen.

Yo estoy en la edad de los caminos: caminos cruzados, caminos paralelos.

Yo vivo en encrucijada y mi brújula, Señor, no marca el norte.

Yo corro cansado hacia la meta y el polvo del camino

se me agarra a cada paso, como la oscuridad a la noche.

Yo voy a galope caminando, y a tientas busco un rastro, y sigo unas pisadas. Y me digo:

¿Dónde me lleva el camino? ¿Eres quien ha extendido a lo largo de mi vida un camino?

¿Cuál es el mío? Si Tú me lo has dado me pertenece.

¿Dónde me lleva? Si Tú lo has trazado quiero saber la meta.

Señor, yo busco tu camino (sólo uno), y me fío de tu Palabra.

Dame fuerza, tesón a cada paso para caminar contigo.

Yo busco ahora un camino, Señor.

Tú, que eres Camino, da luz verde a mi vida

pues a abrir camino Tú me llamas.