Con corazón salesiano
PREPARACIÓN PARA LA ELECCIÓN DE ESTADO. Mientras tanto, se acercaba el final del curso de retórica, época en que los estudiantes acostumbran a decidir su vocación. El sueño de Murialdo estaba siempre fijo en mi mente; es más, se me había repetido otras veces de un modo bastante más claro, por lo cual, si quería prestarle fe, debía elegir el estado eclesiástico, hacia el que sentía, en efecto, inclinación; pero la poca fe que daba a los sueños, mi estilo de vida, ciertos hábitos de mi corazón y la falta absoluta de las virtudes necesarias para este estado, hacían dudosa y bastante difícil tal deliberación. (…) Aconsejándome conmigo mismo, después de haber leído algún buen libro, decidí entrar en la orden franciscana. «Si me hago sacerdote secular, pensaba para mí, mi vocación corre riesgo de naufragio. Abrazaré el estado eclesiástico, renunciaré al mundo, entraré en el claustro, me daré al estudio, a la meditación, y así, en la soledad, podré combatir las pasiones, especialmente la soberbia, que ha echado hondas raíces en mi corazón». Hice, pues, la demanda a los conventuales reformados, sufrí el correspondiente examen, me aceptaron, y todo quedó a punto para entrar en el convento de la Paz, en Chieri. Pocos días antes del fijado para mi entrada, tuve un sueño bastante extraño. Me pareció ver una multitud de aquellos religiosos con los hábitos rotos, corriendo en sentido contrario los unos de los otros. Uno de ellos vino a decirme: «Tú buscas la paz, y aquí no vas a encontrarla. Observa la actitud de tus hermanos. Dios te prepara otro lugar: otra mies». Quería hacer alguna pregunta a aquel religioso, pero un rumor me despertó, y ya no oí nada más. (…) Sucedió entre tanto algo que me impidió efectuar aquel mi proyecto. Como los obstáculos eran muchos y duraderos, resolví exponer la cosa al amigo Comollo. El me aconsejó que hiciera una novena, durante la cual escribiría a su tío, párroco arcipreste.(…) De vuelta a casa encontramos una carta de don Comollo, concebida en estos términos: «Considerado atentamente todo lo expuesto, aconsejaría a tu compañero no entrar en un convento; tome la sotana y, mientras sigue los estudios, conocerá mejor lo que Dios quiere de él. No tema perder la vocación, ya que con el recogimiento y las prácticas de piedad superará todos los obstáculos». Seguí aquel consejo y me apliqué seriamente a cuanto pudiera ayudarme para vestir la sotana. |