La Palabra me dice
Si en el Evangelio de ayer el problema era que los discípulos de Jesús no ayunan, ahora el problema es que comen cuando no deben. Todo lo que pueda ser problema para Jesús, los fariseos se encargan de hacerlo visible y vociferarlo. Esta vez, el tema era más vidrioso: estaban arrancando espigas en día sábado, lo cual estaba estrictamente prohibido por la ley. Jesús aprovechará nuevamente para auto-revelarse. Antes revela el profundo sentido de la ley y la libera de sobrecargas sofocantes, puestas por los hombres, no por Dios. Jesús reconduce la ley al proyecto original de Dios en favor del hombre. La ley no es yugo opresivo, sino liberador. Y entonces sí, Jesús se da a conocer, se identifica y revela su identidad: el Hijo del hombre es también señor del sábado y de la ley, como de la enfermedad y del pecado. Su poder sobre el mal y sobre los hombres es indiscutible y será evidente, sobre todo para los discípulos, y también para nosotros, los creyentes. Ante tantas posibilidades de distraernos incluso con las normas o los sobrepesos que cargamos en nuestra vida, será bueno recordar hoy que Jesús nos libera para amar. Así el mero cumplir lo que debemos, será en realidad, hacer y vivir lo que amamos. Porque eso que amamos, la Vida nueva en Dios, nos transforma para siempre. |