La Palabra me dice
En la fiesta de san Juan evangelista la Iglesia nos presenta este pasaje de la Escritura donde el discípulo amado corre hasta el sepulcro donde fue depositado el cuerpo de Jesús y luego que lo hiciera Pedro, él también entra, ve y cree. La tradición de la Iglesia reconoce en el discípulo amado a este apóstol Juan. El testimonio que nos deja en su evangelio es su propia experiencia de fe, su experiencia de encuentro con Jesús.
Creo que esto es lo más bonito que nos deja él y al mismo tiempo es una invitación para nosotros. Lo más bonito porque, su experiencia nos enriquece. El poder dar cuenta de su relación con Jesús y con los demás de la comunidad de los apóstoles nos muestra lo que significa ser discípulo del Maestro.
Su experiencia de compartir la vida con Él, de las situaciones que experimenta como éxitos y las que suponen un fracaso, las inquietudes, las ilusiones, las perplejidades… en el ir narrando la experiencia de discípulo encontramos todo esto.
Y es una invitación porque el testimonio de Juan, el discípulo amado según la tradición, nos anima a hacer nuestra propia experiencia discipular con Jesús. Que se pueda decir también de nosotros, de cada uno: “Él también vio y creyó”.
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