Evangelio del Dia

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Martes 28 de Noviembre de 2023

La Palabra dice


Lc. 21, 5-9

Y como algunos, hablando del Templo, decían que estaba adornado con hermosas piedras y ofrendas votivas, Jesús dijo: «De todo lo que ustedes contemplan, un día no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido».

Ellos le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo tendrá lugar esto, y cuál será la señal de que va a suceder?». Jesús respondió: «Tengan cuidado, no se dejen engañar, porque muchos se presentarán en mi Nombre, diciendo: "Soy yo", y también: "El tiempo está cerca". No los sigan. Cuando oigan hablar de guerras y revoluciones no se alarmen; es necesario que esto ocurra antes, pero no llegará tan pronto el fin».

La Palabra me dice


El templo, el lugar más sagrado del pueblo de Israel, era hermoso. ¡Motivo de orgullo de todo el pueblo! ¡Dios estará contento con este Templo y con tantas ofrendas votivas! 

A veces, pensando en mi parroquia, en mi capilla, en mis obras de caridad, en mis ofrendas a Dios… mi devoción y mi imaginación desbordante me llevan a elevarme sobre las nubes. Pero Jesús, con un realismo hasta doloroso, me hace poner los pies en la tierra: “¡todo será destruido!”.

Hoy escucho muchas voces pregonando que se acerca el tiempo de la gran tribulación. Contemplo, con dolor, nuestra humanidad devastada por la guerra, las injusticias, la desigualdad, la explotación de los más débiles, las divisiones, los rencores… y un largo etcétera. No sólo en la otra parte del mundo; también en mi país, en mi ciudad, en mi casa…

Pero me resisto a prestar oídos a esos ‘profetas de calamidades’ que siembran en mi vida inquietud, desánimo, temor.

Hoy elijo dejar resonar en mi corazón la voz de Jesús: “¡No se alarmen!”. Jesús no es catastrofista, sino realista: es verdad que todo será destruido, porque es temporal, pasajero. ¡Pero más real que este mundo que pasa es el amor y la misericordia de Dios!

Esas palabras me recuerdan las que el mismo Jesús dirigió a Pedro, que se sabía pecador: “No temas, desde ahora serás pescador de hombres”; o las que el ángel dijo a María: “No temas, María, porque Dios te ha favorecido”. El Señor me dice también a mí: “No temas”. Y su voz llena mi corazón de serenidad, de paz, de esperanza y alegría.

Mientras se avecina  el fin, que no llegará tan pronto, como me asegura Jesús, seguiré ‘corriendo hacia la meta’, en expresión de San Pablo, y tratando de hacer vida el encargo de Jesús: “Ámense unos a otros como yo los he amado”.

Con corazón salesiano


En una ocasión, preguntaron a Domingo Savio, mientras jugaba, qué haría si en ese momento llegara el fin del mundo. A lo cual, Domingo Savio contestó: “Seguiría jugando”. 

No es una respuesta inconsciente y despreocupada, sino la de un joven que vivía constantemente en la presencia de Dios, confiado en su amor. Y que había experimentado, como dice el Papa Francisco, que “la alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría” (EG, 1). Por eso pudo resumir magistralmente: “Nosotros hacemos consistir la santidad en estar siempre alegres”.

A la Palabra, le digo


Rezo  con la oración de Santa Teresa de Jesús, que hizo suya Don Bosco:
Nada te turbe, nada te espante, todo se pasa.
Dios no se muda, la paciencia todo lo alcanza.
Quien a Dios tiene nada le falta, sólo Dios basta.