La Palabra me dice
El Evangelio de hoy nos presenta la escena en la que una persona ciega recupera la vista. El pedido que esta persona hace a Jesús nos permite darnos cuenta que no es un ciego de nacimiento, sino alguien que en algún momento de su vida ha perdido la vista. El deseo de recuperar algo que considera valioso, que añora, lo lleva a sobreponerse a las personas que intentan callarlo, que quieren ocultarlo del radar de Jesús.
Pero él está convencido, y hace caso omiso a tantas voces contrarias. Y elige las palabras justas, aquellas que podían captar la atención al profeta de la misericordia de Dios, “ten compasión de mí”.
Jesús se detiene, escucha el deseo de su corazón, reconoce lo genuino y sincero de su pedido, y obra el milagro.
Como el personaje de la Palabra también nosotros muchas veces corremos el riesgo de quedar ciegos; víctimas de la presión del ambiente, los discursos, la violencia o la exacerbada búsqueda del bienestar personal a costo del otro, podemos dejar de reconocer a Dios presente y operante en nuestra vida, en la de los demás, en el mundo, o acostumbrarnos a la indiferencia para con los necesitados, dejando de reconocerlos, de mirarlos. |