Evangelio del Dia

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Martes 18 de Julio de 2023

La Palabra dice


Mt 11, 20-24

Entonces Jesús comenzó a recriminar a aquellas ciudades donde había realizado más milagros, porque no se habían convertido. «¡Ay de ti, Corozaín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si los milagros realizados entre ustedes se hubieran hecho en Tiro y en Sidón, hace tiempo que se habrían convertido, poniéndose cilicio y cubriéndose con ceniza. Yo les aseguro que, en el día del Juicio, Tiro y Sidón serán tratadas menos rigurosamente que ustedes. 

Y tú, Cafarnaún, ¿acaso crees que serás elevada hasta el cielo? No, serás precipitada hasta el infierno. Porque si los milagros realizados en ti se hubieran hecho en Sodoma, esa ciudad aún existiría. Yo les aseguro que, en el día del Juicio, la tierra de Sodoma será tratada menos rigurosamente que tú».

La Palabra me dice


El único deseo de Dios es salvar a la humanidad, pero el problema es que a menudo el hombre quiere dictar las reglas de la salvación. Es la paradoja dramática de tantas páginas de la Biblia que llega a su culmen en la vida terrena de Cristo.

Jesús expresa su disgusto al verse atacado por su misma gente, de la ciudad que le dan la espalda a su mensaje: “Si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros realizados entre ustedes -es su advertencia a Corozaín y Betsaida- hace tiempo se habrían convertido”. En esta severa, pero también amarga comparación, está toda la historia de la salvación.

Este pasaje comienza con una de las palabras más duras de Jesús sobre dos ciudades que no quisieron convertirse. Al mismo tiempo el Señor mismo abre su corazón y nos no muestra ardiendo en amor por cada ser humano en el mundo. ¡Cuánto amor encierra tu divino Corazón, ¡Señor, y al mismo tiempo cuánto dolor porque no eres correspondido!

Jesucristo no se cansa de llamar a sus hijos, pero le duele que no reconozcamos su amor. Es Él quien nos pide las migajas de nuestro amor porque sabe que no podemos dar más. Y en el fondo, tampoco nos pide mucho, sólo quiere que nos dejemos amar por Él. Precisamente porque obró muchos milagros en Corozaín y Betsaida, por eso les echa en cara su falta de fe. No correspondieron a todo lo que Jesús les dio. Hizo milagros, predicó, sanó enfermos, pero no supieron que era el Mesías quien los visitaba. Lo tuvieron como un gran hombre, pero no le permitieron cambiar sus corazones.

Sólo hay que darnos cuenta de cada momento que viene a nuestra vida para descubrirlo y abrirle e invitarle a quedarse en nuestro corazón, pero no dejar que se vaya. O como dice san Agustín: "Teme a la gracia de Dios que pasa y no vuelve". Cada visita de Dios es única e irrepetible, así como nuestra vida misma.

Con corazón salesiano


La resurrección y la vida eterna estuvieron siempre muy presentes en el corazón y la predicación de Don Bosco y en la tradición salesiana. Compartimos el testimonio del beato polaco Francisco Kesy, salesiano mártir, en la carta escrita a sus padres antes de morir: “Ha llegado el momento de decirles adiós, y precisamente hoy, en el día de María Auxiliadora. ¡Qué alegría siento porque me voy de este mundo; y así deberían morir todos! Me he confesado hace poco y dentro de poco me fortaleceré con el Santísimo Sacramento. Dios Bueno me toma consigo. No me quejo por partir de este mundo siendo tan joven. Ahora me encuentro en estado de gracia, fiel a las promesas hechas a Dios. Queridos padres y hermanos, una vez más, de corazón, les pido excusas por todo el mal. Perdónenme. Voy al Cielo. ¡Hasta vernos allí! En los Cielos rezaré por ustedes. Precisamente ahora he recibido el Santísimo Sacramento. Recen de vez en cuando por mí. ¡Queden con el Señor! Me voy ya, perdónenme por todo.”

A la Palabra, le digo


Señor Jesús ilumina mi fe, aumenta mi esperanza, fortalece mi amor, para que
mi forma de vida sea anuncio y testimonio de que creo en Vos.