Evangelio del Dia

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Jueves 08 de Junio de 2023

La Palabra dice


Mc 12, 28-34

Un escriba que los oyó discutir, al ver que les había respondido bien, se acercó y le preguntó: «¿Cuál es el primero de los mandamientos?». 

Jesús respondió: «El primero es: Escucha, Israel: el Señor nuestro Dios es el único Señor; y tú amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma, con todo tu espíritu y con todas tus fuerzas. El segundo es: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento más grande que estos». 

El escriba le dijo: «Muy bien, Maestro, tienes razón al decir que hay un solo Dios y no hay otro más que él, y que amarlo con todo el corazón, con toda la inteligencia y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a sí mismo, vale más que todos los holocaustos y todos los sacrificios». 

Jesús, al ver que había respondido tan acertadamente, le dijo: «Tú no estás lejos del Reino de Dios». Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.

La Palabra me dice


“Amar al Señor con todo el corazón, con toda el alma, con toda la mente y con todas las fuerzas”, significa adhesión total a Dios, es decir, que todo mi ser ame a Dios con lo que soy y poseo. Y “amar al prójimo como a uno mismo”, significa amar sin reservas a los demás, es decir, que mi amor a los demás decide la calidad del amor que tengo hacia a mí mismo: los demás se convierten en camino obligado para mi felicidad.

Claramente que la unión inseparable entre amor a Dios y amor al Prójimo propuesta por Jesús sintetiza la Ley y a la vez alivia el peso que produce la gran lista de más de 600 mandatos que copaban dicha Ley. Pero lo que Jesús busca con esta unión es que se ponga de manifiesto la inseparabilidad que hay entre veracidad de la fe y autenticidad humana.

El amor a Dios y al Prójimo nos abre a la vida: por un lado nos revela que el amor es lo único que puede dar consistencia y legitimidad a cualquier ley, ordenanza o mandato. Y por otro, que todo está sujeto al amor de Dios y a la necesidad del Prójimo. Nada tendrá sentido al margen de este amor inseparable.

Amar a Dios y las Personas lo es todo para la religión de Jesús. En este amor está la fuente de donde mana la vida, la adoración, la alegría, la disponibilidad, la sencillez, la entrega y el servicio que se traduce en cuidado para quienes nos necesitan con más urgencia: los pobres, los enfermos, los tristes, los desvalidos.

Relacionarnos con Dios nos lanza directamente a una relación de calidad con las personas y, a su vez, la calidad de relación y trato que tengamos con las personas decide nuestro nivel de amistad con Dios. Esta nueva ley, la del amor, es la fuerza que da sentido a nuestras vidas, la que da consistencia a la convivencia y la que hace posible la ruta hacia la plenitud humana.

La clave de este amor indiviso es la pasión por Dios y por las personas concretas con las que nos encontramos a diario. Porque, pasión es alabar la existencia propia y la ajena desde su raíz, tomar parte en la vida con gratitud, optar siempre por lo bueno y lo bello, vivir con corazón de carne y no de piedra, rechazar todo lo que niegue y excluya a cualquier hombre o mujer.

Quien ama de verdad a Dios tratará a los demás como sus auténticos hermanos y quien ama de verdad a los demás tendrá a Dios como su único Señor.

Con corazón salesiano


Hoy la Palabra cobra vida en el recuerdo y el testimonio de Esteban Sándor, salesiano coadjutor, mártir de la fe, que en 2013 fue declarado beato.

Esteban (Ištván) Sándor nació el 26 de octubre de 1914 en Szolnok. Su padre Ištván trabajaba para los ferrocarriles, mientras su madre María era ama de casa. Era el mayor de tres hermanos. Esteban tuvo una niñez feliz, desde pequeño llamaba la atención por su deseo de ayudar a los amigos y sostenerlos en las dificultades. Era amable, alegre y profundo. Era un líder innato que organizaba todos los juegos. 

Los Franciscanos fueron los que al ver todo lo que hacía por la juventud, le aconsejaron que entrase en la Comunidad Salesiana y pudiese así cumplir su gran deseo de trabajar por la juventud. Esteban tomó sus consejos en serio. Se fue enterando más de su futura familia espiritual a través de la versión húngara del Boletín Salesiano. Conoció así a Don Bosco y la tarea que realizó para ayudar a los chicos. Esteban quedó prendado del ideal salesiano.

Seguidamente inició su noviciado, el cual tuvo que interrumpir por el servicio militar. Consiguió terminar el noviciado y profesó por primera vez los votos. En 1942 tuvo que volver a ingresar en el ejército. Al final acabó siendo prisionero de los americanos que le mandaron a casa. En 1944 volvió a la Comunidad Salesiana. Al finalizar la Segunda Guerra Mundial se involucró en la reconstrucción de la sociedad moral y materialmente, especialmente en el caso de la gente joven pobre, de la que se rodeó para enseñarles algún oficio. El 24 de julio de 1946 hizo su profesión perpetua como Hermano Salesiano.  El régimen comunista ruso devastó todo hasta suprimir las órdenes religiosas, deportando a sus miembros. Al final la policía secreta se enteró de la actividad de Esteban y aunque se cambió de nombre, aun así fue descubierto. Fue arrestado mientras trabajaba y ya no se supo más de él hasta la caída del muro de Berlín. Fue torturado con brutalidad para que declarase sus “crímenes”.

El 28 de octubre de 1952 tuvo lugar el proceso secreto donde fueron juzgados 9 miembros de la policía, 5 salesianos jóvenes y dos estudiantes. El resultado del juicio fue la condena a muerte de Esteban Sándor y tres de los policías por traición en contra del estado húngaro. Esteban fue ahorcado el 8 de junio de 1953. Sólo después del año 1990 fue anunciada su condena y se pudo demostrar que murió como mártir de la fe. No se sabe dónde fue enterrado.

Esteban se asemejó admirablemente al Señor en su amor a las almas, especialmente las de los jóvenes, por las cuales no se ahorró ningún sufrimiento ni peligro hasta dar su propia vida.

A la Palabra, le digo


Oh Dios omnipotente,
Tú has llamado a tu siervo Stefano Sándor
a formar parte de la gran familia de San Juan Bosco.
L o has conducido, con María Auxilio de los cristianos,
en su difícil misión por la salvación de las almas y
en el sacrificio de su vida por la juventud húngara.
El ha dado testimonio de ti
en el tiempo de persecución de la Iglesia,
ha promovido la prensa católica,
el servicio del altar
y la educación de la juventud.
Con su espíritu fiel y leal
nos enseña también a nosotros
el camino del bien y de la justicia.
Te pedimos que le glorifiques
con la corona del martirio.
Per Cristo nuestro Señor. Amén.