La Palabra me dice
Altanería, soberbia, orgullo, sentimiento de superioridad. Cosas que pueden ser escondidas bajo una correcta y elogiosa fachada de piedad y bonhomía. El fariseo no mentía con lo que decía, pero no llegaba a reconocer su propia verdad. Si usamos máscaras que nos impiden reconocer nuestra realidad, podemos volvernos amnésicos y creernos el relato.
La vida del fariseo expresaba sacrificio… un sacrificio con el que buscaba obligar a Dios a que haga su propio querer, un esfuerzo de quien busca ser dominador de Dios, no su discípulo. Nuestro Señor quiere amor y misericordia, no sacrificios (Cfr. Os 6,6-7; Mt 9,10-13). El amor es el que mueve a Dios a crearnos, redimirnos, y llevarnos hacia la plenitud cuando hemos caído.
La justificación es por la misericordia de Dios, no por nuestras obras… pero la consecuencia de su misericordia se manifiesta con la transformación de nuestro obrar. |