Evangelio del Dia

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Sábado 26 de Noviembre de 2022

La Palabra dice


Lc. 21, 34-36

Jesús hablaba a sus discípulos acerca de su venida:

Tengan cuidado de no dejarse aturdir por los excesos, la embriaguez y las preocupaciones de la vida, para que ese día no caiga de improviso sobre ustedes como una trampa, porque sobrevendrá a todos los hombres en toda la tierra.

Estén prevenidos y oren incesantemente, para quedar a salvo de todo lo que ha de ocurrir. Así podrán comparecer seguros ante el Hijo del hombre.

La Palabra me dice


El capítulo 21 de Lucas nos sigue hablando de futuro, y de la posibilidad real de que al fin llegue el último día. No lo hace para atormentarnos, ni mucho menos. Su espíritu es mucho más profundo: la certeza de que después de esta vida nos espera una vida sin fin junto a un Padre que nos ama, ¡ilumina nuestro presente!
No es lo mismo vivir como si nada fuese a acabar nunca, o como si luego de la muerte no hubiese nada, a vivir sabiendo que nos espera el abrazo eterno de Dios, el reencuentro con nuestros seres queridos, y la herencia de un Reino glorioso y eterno. Sólo así, desde esta certeza, es que comprendemos lo absurdo que sería vivir nuestro presente esclavizados por los vicios, persiguiendo sensaciones efímeras, o enroscados en preocupaciones cotidianas de poca talla. Desde la perspectiva de la eternidad de amor que nos espera, estas cosas cobran una dimensión nueva, y nos libera el corazón para lo que verdaderamente es importante.

Con corazón salesiano


A los 19 años, Juan Bosco quería hacerse religioso franciscano. Informado de la decisión, el párroco de Castelnuovo le advirtió a mamá Margarita: “Trate de que abandone esa idea. Usted no es rica y tiene ya bastantes años. Si su hijo se va al convento, ¿cómo podrá ayudarla en la vejez?”.
Mamá Margarita se echó encima su chal, bajó a Chieri y habló con Juan: “El párroco vino a decirme que quieres entrar en un convento. Escúchame bien. Quiero que lo pienses con mucha calma. Cuando hayas decidido, sigue tu camino sin tener en cuenta a nadie. Lo más importante es que hagas la voluntad del Señor. El párroco querría que yo te hiciese cambiar de idea, porque en el futuro podría tener necesidad de ti. Pero yo te digo: En estas cosas tu madre no cuenta nada. Dios está antes de todo. De ti yo no quiero nada, no espero nada. Nací pobre, he vivido pobre y quiero morir pobre. Más aún, te lo quiero decir con claridad: si te hicieras sacerdote y por desgracia llegaras a ser rico, no pondría mis pies en tu casa. Recuérdalo bien”. 

(Fuente: https://donbosco.org.ar/uploads/recursos/recursos_archivos_2720_1911.pdf)

A la Palabra, le digo


Te pedimos la gracia, Señor, de gozar de los dones que nos regales, de los bienes de esta tierra. Pero siempre sabiendo que no son eternos, que lo único eterno es tu amor. Que nuestro corazón permanezca siempre libre para hacer el bien, para amar: la única herencia con la que iremos a presentarnos a tu encuentro el día que tu decidas llamarnos. 


Ahora podés escuchar el Evangelio del Día en Spotify como "Lectio salesiana": https://spoti.fi/3gRYQSP