La Palabra me dice
Esta parábola nos presenta a un rey que ha decidido libremente repartir monedas entre sus servidores. Este rey representa a Dios, y las monedas simbolizan los bienes, dones y habilidades especiales que Dios nos regala. A cada uno, sin olvidar a nadie, y a todos por igual. Al cabo de un tiempo y luego de una ausencia, el rey retorna y pide a sus servidores una rendición de cuentas del dinero recibido. El servidor que logró multiplicar lo que había recibido recibe un bello elogio, y como muestra de su gratitud, el rey le confía cosas mucho más grandes que aquellas monedas iniciales.
Estas palabras de Jesús quieren alertarnos acerca de la relación que hay entre nuestra vida presente y nuestro destino futuro. Al final de los tiempos, seremos juzgados por nuestras obras. De ahí la invitación a trabajar incansablemente por el reino, aquí y ahora. El tiempo en el que debemos hacer fructificar los dones que el Señor nos ha dado a cada uno, es este. Nuestros hermanos y hermanas los esperan y necesitan.
Tomar conciencia de la gracia con la que Dios nos bendice, la gratuidad de los dones con que nos beneficia, es motor inicial para despertar esa respuesta agradecida y generosa que nos vuelca hacia los hermanos, y en ellos hacia Dios. Cuando somos conscientes de lo agraciados que somos, es recién ahí cuando nos animamos a asumir ese riesgo que la fe demanda, el de jugársela para producir frutos, a riesgo de perderlo todo, o ganarlo todo. |