La Palabra me dice
Cuántas veces nos hemos preguntado, ante situaciones límites, qué es lo que le pasa a Dios que no interviene. ¿Acaso no nos escucha?
La comunidad de Lucas se hacía los mismos planteos que nosotros. Es por eso que el evangelista le ofrece esta original parábola para poder transmitirles dos certezas. La primera es la importancia de rezar, con confianza y perseverancia. Y la segunda, es la seguridad de que Dios escucha las súplicas del hombre.
El personaje principal elegido por Lucas en esta parábola no es ingenuo. Es una viuda, figura típica de los más necesitados. En ella están simbolizadas las personas más desprotegidas, aquellas que están completamente desamparadas en el mundo. Dios escucha a todos, claramente. Pero lo hace de un modo particular con aquellos que más lo necesitan.
Del otro lado nos encontramos a un juez deshonesto, poco interesado en cumplir con su obligación y, peor aún, incapaz de pensar en el bien de los demás. A los ojos de un sujeto como este, la pobre viuda no tenía ninguna importancia. ¿Acaso podía llegar a esperar de ella alguna recompensa o soborno a cambio de la justicia que buscaba? Claro que no. Por eso jueces como estos dejaban para más adelante estos casos. Las viudas indefensas morían sin ver la justicia.
Pero cuando todo parecía indicar que la historia se iba a repetir, de que iba a ser imposible que ese juez escuche y defienda a esta mujer, la viuda, a fuerza de insistencia logra que el juez, por cansancio, le haga justicia.
Su súplica es modelo para nuestra oración: segura, insistente, perseverante, reiterada, apremiante. De ella podemos aprender que lo importante no es repetir largas oraciones, sino más bien pedir con sencillez y sin cansarnos. |