La Palabra me dice
La vida comunitaria era una gran preocupación de Jesús. Por eso veremos en estos renglones una compilación de varias recomendaciones que el maestro dirige a sus discípulos, para ayudarlos a que sus vidas vayan orientándose poco a poco al estilo misericordioso del Padre.
En esta línea, lo primero que leemos es una advertencia acerca de los escándalos. Los pequeños y su cuidado son una obsesión del Padre, nosotros ya lo sabemos. En este grupo están los niños, claramente. Pero también todos los que son como ellos… los que necesitan un cuidado especial, los que no tienen conocimientos, ni poder, ni algo a qué aferrarse… Los que sólo tienen su fe para que los sostenga. Es voluntad del Padre que ninguno de ellos se pierda, por eso la advertencia que lanza Jesús a sus discípulos: no seamos ocasión de tropiezo por nuestros actos negativos para ninguno de ellos.
La segunda recomendación que podemos observar es la de animarnos a hablar entre nosotros, a corregirnos fraternalmente cuando alguno hace algo reprochable. El hermano o hermana que peca, o se equivoca, muchas veces necesita de una palabra amiga, que lo ayude a tomar conciencia de su falta y pueda dar paso al arrepentimiento. Superar la murmuración o la crítica mordaz, y tomar el coraje de corregir con amor a quien se equivoca, es otro de los rasgos con los que el Padre sueña a su comunidad.
Por último, si es que como comunidad queremos imitar plenamente el comportamiento de Dios, Jesús lanza un nuevo desafío: hacer del perdón una actitud permanente en la comunidad. Esto no es otra cosa que llevar el mandamiento del amor hasta las últimas consecuencias. Amando a todos, incluso a los enemigos. Perdonando sin límites. |