Evangelio del Dia

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Viernes 04 de Noviembre de 2022

La Palabra dice


Lc. 16, 1-8

Jesús decía a sus discípulos:

Había un hombre rico que tenía un administrador, al cual acusaron de malgastar sus bienes. Lo llamó y le dijo: “¿Qué es lo que me han contado de ti? Dame cuenta de tu administración, porque ya no ocuparás más ese puesto”.

El administrador pensó entonces: “¿Qué voy a hacer ahora que mi señor me quita el cargo? ¿Cavar? No tengo fuerzas. ¿Pedir limosna? Me da vergüenza. ¡Ya sé lo que voy a hacer para que, al dejar el puesto, haya quienes me reciban en su casa!”

Llamó uno por uno a los deudores de su señor y preguntó al primero: “¿Cuánto debes a mi señor?” “Veinte barriles de aceite”, le respondió. El administrador le dijo: “Toma tu recibo, siéntate enseguida, y anota diez”.

Después preguntó a otro: “Y tú, ¿cuánto debes?” “Cuatrocientos quintales de trigo”, le respondió. El administrador le dijo: “Toma tu recibo y anota trescientos”.

Y el señor alabó a este administrador deshonesto, por haber obrado tan hábilmente. Porque los hijos de este mundo son más astutos en su trato con los demás que los hijos de la luz.

La Palabra me dice


En el comienzo de este capítulo 16, vemos cómo Jesús ya no le habla a los fariseos como en las parábolas anteriores. Ahora se dirige directamente a sus discípulos… a nosotros. 

Si Jesús buscaba un recurso para llamar nuestra atención, parece que lo ha logrado: el personaje principal de su parábola es un administrador injusto, alabado por su sagacidad. Este hombre administraba los bienes de un amo rico, quien descubre irregularidades en el manejo de sus bienes. Es por eso que decide despedirlo. 

La situación que debe afrontar es angustiante. Está por quedarse en la calle. Pero lejos de lamentarse y echarse a llorar, este administrador pone su astucia al servicio de su problema, y toma decisiones urgentes que le permitan poder sobrevivir. En lo que parece ser un nuevo acto deshonesto, reduce parte de la deuda a los deudores de su jefe; de esa manera se gana su amistad, esperando que luego ellos lo reciban y lo auxilien cuando quede en la calle. 

¿Se nos está invitando con esta parábola a ser deshonestos? Sin duda que no. Si en algo el administrador es un ejemplo es por su habilidad. Por eso la invitación no es a malversar bienes, sino a ser sagaces, a hacernos amigos utilizando los bienes de este mundo para ponerlos al servicio de los más necesitados.

La conclusión de la parábola es, si se quiere, algo chocante. Opone la decisión y la inteligencia con la que actúan los que “pertenecen a este mundo”, a la indecisión y poca sagacidad de los que “pertenecen/mos a la luz”. Tal vez podríamos preguntarnos en qué medida somos lo suficientemente astutos como para desenvolvernos con soltura y creatividad en este mundo de hoy, pero con los criterios de generosidad y desprendimiento propios de nuestra fe. 

Con corazón salesiano


De las Constituciones Salesianas: 
“El salesiano está llamado a tener el sentido de lo concreto, y presta atención a los signos de los tiempos, convencido de que el Señor también se manifiesta por medio de las situaciones urgentes del momento y de los lugares.
De ahí su espíritu de iniciativa. ‘En lo que se refiere al bien de la juventud en peligro o sirve para ganar almas para Dios, yo me lanzo hasta con temeridad’”. (C.19)

A la Palabra, le digo


“Despiértame Señor. Que toda mi inteligencia y creatividad la ponga a tu servicio. Que no tema ensuciarme las manos con el uso de los bienes materiales; más bien dame la fuerza para ser honesto y transparente, sagaz en hacer el bien”.



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