Evangelio del Dia

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Miércoles 02 de Noviembre de 2022

La Palabra dice


Jn. 11, 17-27

Al llegar a Betania, Jesús se encontró con que Lázaro estaba sepultado desde hacía cuatro días.

Betania distaba de Jerusalén sólo unos tres kilómetros. Muchos judíos habían ido a consolar a Marta y a María, por la muerte de su hermano. Al enterarse de que Jesús llegaba, Marta salió a su encuentro, mientras María permanecía en la casa. Marta dijo a Jesús: “Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto. Pero yo sé que aun ahora, Dios te concederá todo lo que le pidas”.

Jesús le dijo: “Tu hermano resucitará”.

Marta le respondió: “Sé que resucitará en la resurrección del último día”.

Jesús le dijo:

“Yo soy la Resurrección y la Vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?”

Ella le respondió: “Si, Señor, creo que Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que debía venir al mundo”.

La Palabra me dice


Hoy conmemoramos a los Fieles Difuntos, y el Evangelio nos habla de Vida. Lo que parece una contradicción es en realidad el secreto de lo que nos vino a traernos Cristo. 

La escena es plástica y elocuente. Jesús decide ir a casa de su amigo Lázaro, y al llegar se encuentra con el dolor de sus familiares que lloraban su muerte. Marta reacciona como tal vez hubiésemos reaccionado cualquiera de nosotros: “Si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano…”
Pero detrás de su dolor y bronca, se esconde una gran verdad: allí donde está Cristo está la vida, y por tanto la esperanza y la alegría. 

Ante el dolor propio y de sus amigos, Jesús decide manifestarse con claridad: “Yo soy la Resurrección y la Vida”. No sólo nos revela su identidad, sino que junto a ella nos señala el sentido último de su misión. Él vino a comunicarnos la plenitud de la Vida. Unirnos a Él es para nosotros garantía de vida, a pesar del trance necesario de la muerte.

Conmemoramos hoy a todos aquellos que compartieron su paso por este mundo con nosotros, y hoy ya no están presentes. Le ofrecemos a Dios nuestro dolor por su ausencia, como Marta. Y junto con ella proclamamos: “Sí, Señor: creo que tú eres el Cristo, creo que tú eres la resurrección y la vida”.

Con corazón salesiano


Don Bosco miró siempre de frente a la muerte. Concebía su vida como un camino hacia el Cielo. En su testamento, escribe: “Les recomiendo que no lloren mi muerte. Es una deuda que todos tenemos que pagar, pero después nos serán ampliamente recompensados todos nuestros sufrimientos soportados por amor a nuestro buen Maestro Jesús”.

En su lecho de muerte, pide la bendición de María Auxiliadora. Don Bosco, con un poco de voz, dice a los presentes: “Los espero en el paraíso…”. Era el 31 de enero de 1888.

A la Palabra, le digo


“Sí, Señor: yo creo que Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios”. Te ofrecemos nuestro dolor por la ausencia de nuestros seres amados difuntos, que ya gozan de contemplar tu presencia. Te pedimos la gracia de que intercedan por nosotros.



Ahora podés escuchar el Evangelio del Día en Spotify como "Lectio salesiana": https://spoti.fi/3gRYQSP