La Palabra me dice
Hoy conmemoramos a los Fieles Difuntos, y el Evangelio nos habla de Vida. Lo que parece una contradicción es en realidad el secreto de lo que nos vino a traernos Cristo.
La escena es plástica y elocuente. Jesús decide ir a casa de su amigo Lázaro, y al llegar se encuentra con el dolor de sus familiares que lloraban su muerte. Marta reacciona como tal vez hubiésemos reaccionado cualquiera de nosotros: “Si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano…” Pero detrás de su dolor y bronca, se esconde una gran verdad: allí donde está Cristo está la vida, y por tanto la esperanza y la alegría.
Ante el dolor propio y de sus amigos, Jesús decide manifestarse con claridad: “Yo soy la Resurrección y la Vida”. No sólo nos revela su identidad, sino que junto a ella nos señala el sentido último de su misión. Él vino a comunicarnos la plenitud de la Vida. Unirnos a Él es para nosotros garantía de vida, a pesar del trance necesario de la muerte.
Conmemoramos hoy a todos aquellos que compartieron su paso por este mundo con nosotros, y hoy ya no están presentes. Le ofrecemos a Dios nuestro dolor por su ausencia, como Marta. Y junto con ella proclamamos: “Sí, Señor: creo que tú eres el Cristo, creo que tú eres la resurrección y la vida”. |