Evangelio del Dia

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Jueves 27 de Octubre de 2022

La Palabra dice


Lc. 13, 31-35

En ese momento se acercaron algunos fariseos que le dijeron: “Aléjate de aquí, porque Herodes quiere matarte”.

Él les respondió: “Vayan a decir a ese zorro: hoy y mañana expulso a los demonios y realizo curaciones, y al tercer día habré terminado. Pero debo seguir mi camino hoy, mañana y pasado, porque no puede ser que un profeta muera fuera de Jerusalén.

¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise reunir a tus hijos, como la gallina reúne bajo sus alas a los pollitos, y tú no quisiste! Por eso, a ustedes la casa les quedará vacía. Les aseguro que ya no me verán más, hasta que llegue el día en que digan: ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!”.

La Palabra me dice


La mención de Jerusalén en el camino de Jesús aparece a menudo en el Evangelio de Lucas. Es como un pre-anuncio de la muerte de Jesús y el lugar del cumplimiento. Los fariseos están echando a Jesús y, bajo el pretexto de la amenaza de Herodes, son ellos quienes lo empujan a la muerte. La calificación de “zorro”, aplicada a Herodes, puede extenderse a todos los que confían en su poder y en su astucia. El ministerio de Jesús radica en la debilidad que puede lo imposible. Y que al tercer día encontrará su cumplimiento con la resurrección. Jerusalén es el lugar de la salvación y de la perdición. Jesús se enraíza en la historia de los profetas perseguidos y matados, aquellos que anunciaron de antemano su venida. Jesús llora sobre Jerusalén porque ésta es como una madre que llora el mal del hijo que le da muerte. La imagen de la gallina es, si se quiere, humilde y modesta, pero expresa la fuerza de la ternura de Dios. Es solícita por sus pequeños, los calienta, los cubre, los protege, los custodia y los llama continuamente a su lado. El amor maternal de Dios es tan fuerte que se hace débil, tan sabio que se hace necio, hasta dar su vida por nosotros.

Con corazón salesiano


La imagen de la gallina y de los pollitos que Jesús se aplica a sí mismo, puede compararse muy bien a Don Bosco, que reunió a los hijos dispersos y abandonados de la ciudad bajo la protección y la seguridad que les daba amparo en el Oratorio. Allí él trataba de que ninguno de sus muchachos se perdiera. Todos y cada uno merecían su atención y sus desvelos. Allí encontraban el hogar que necesitaban para formarse como cristianos y ciudadanos.

A la Palabra, le digo


Señor Jesús, nuestra vida es ir contigo a Jerusalén para morir y resucitar. Ayúdanos a hacer este camino sin los miedos que nos paralizan o las presunciones que nos hacen creernos grandes. Gracias por tu Espíritu que nos acompaña y nos ayudará a llegar a la meta. Amén.


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