La Palabra me dice
La mención del viaje de Jesús a Jerusalén atravesando ciudades y pueblos es un viaje de enseñanza. Y la pregunta se hace en el contexto de la realidad del pueblo elegido, que parece ser el único destinado a la salvación. La imagen de la puerta estrecha tiene un doble significado. Por una parte, indica que nadie puede salvarse solo. Por otra, que Dios quiere que todos se salven. La puerta estrecha es, sin embargo, anchísima, porque el atravesarla viene de la misericordia de Dios. El “yo” que se hace grande no puede pasar. Pero el “yo” que muere recibe el don de poder hacer el gran paso.
Lo importante es reconocer nuestra debilidad, por la cual nunca podríamos pasar por esa puerta. De este modo, aunque no hayamos comido ni bebido con Jesús podemos ser salvados. Por eso, los que están más lejos, los gentiles de Oriente y Occidente podrán pasar por el don de la misericordia. Son aquellos que no sienten la pretensión de ser mejores, sino que admiten la propia pequeñez y el propio pecado. De este modo podrán sentarse a la mesa de la Eucaristía, como anticipo del Reino. En este laborioso debatirse por entrar por la puerta, el primero será el último por dos motivos: el que da el ticket tiene su ventanilla en el fondo de la cola; y el que se cree justo es el último de sentir la necesidad de convertirse. La dirigencia judía se consideraba privilegiada poniendo el cumplimiento de la Ley como el escudo que les abría paso. Los gentiles, los que vienen de lejos, cansados y desarmados, serán los primeros en pasar. |