La Palabra me dice
Como ocurre a menudo, Jesús enseña en la sinagoga. Esta vez encuentra en ella una mujer. Ella es hija de Abraham y figura de Israel. Aunque esté en la Sinagoga, el lugar de la Ley, permanece atada. En efecto, la Ley puede atar y esclavizar como ocurría también en este caso. Jesús le impone las manos y la llama a salir de la esclavitud de la Ley, que la tiene encorvada sobre sí misma. No puede levantar la mirada hacia lo alto, hacia Dios. Pero la palabra de Jesús es poderosa y por eso esta mujer podrá enderezarse y dar gloria a Dios. Glorificar a Dios es, de algún modo, trasuntar su belleza.
En cambio, el jefe de la sinagoga se indigna porque Jesús ha curado en sábado. Es decir, ha abierto una brecha en la Ley que esclaviza para liberar al hombre, de modo que la mujer pueda efectivamente orar y glorificar a Dios.
La concepción del sábado que tienen los judíos lleva a la muerte y la mentira de Satanás. Pero Jesús obra como el Padre, y ante la miseria de los seis días de fatiga y enfermedad, responde el poder de Dios y la misericordia del día séptimo. Los enemigos de Jesús quedan confundidos y desorientados, pero la gente sencilla sabe ver de qué manera en Jesús brota la gloria de Dios y la salvación del hombre.
Tal vez puede ser que nosotros andemos encorvados bajo el yugo de algún vicio que nos ata y esclaviza. Señor, ten piedad de nosotros. Confiamos en tu misericordia.v |