Evangelio del Dia

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Jueves 20 de Octubre de 2022

La Palabra dice


Lc. 12, 49-53

Jesús dijo a sus discípulos: 

“Yo he venido a traer fuego sobre la tierra, ¡y cómo desearía que ya estuviera ardiendo! Tengo que recibir un bautismo, ¡y qué angustia siento hasta que esto se cumpla plenamente!

¿Piensan ustedes que he venido a traer la paz a la tierra? No, les digo que he venido a traer la división. De ahora en adelante, cinco miembros de una familia estarán divididos, tres contra dos y dos contra tres: el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra”.

La Palabra me dice


Jesús, como lo hace siempre que habla, hunde en sus oyentes la daga de doble filo. En este caso anuncia el fuego del Espíritu, es decir, el comienzo de los últimos tiempos en el cual los hombres están llamados a la conversión en el Bautismo. Es un fuego que nada ni nadie podrá extinguir y que arderá siempre, porque es el amor de Dios hacia los hombres. Para Jesús, el Bautismo con el que será bautizado es la misma Pascua, el paso de la muerte a la vida. El Mesías no vino a traer una falsa paz, la quietud o el mantenimiento del statu quo. Quienes creen en Él deberán optar radicalmente y hasta las últimas consecuencias. Como suele ocurrir cuando Él habla, lo hace a través de una comparación que podría escandalizar y que, sin duda, nos pone ante la radicalidad del Reino, que va más allá de la familia carnal. En realidad, como ha sucedido desde las primeras generaciones cristianas hasta hoy, podrá suceder que en una familia por causa del Reino se produzca la división. En realidad es la descripción del mal final, que precede a la reconciliación de los tiempos mesiánicos. A la luz de esta Palabra podemos preguntarnos qué sentido tiene hoy para nosotros nuestro bautismo, es decir, la presencia del fuego del Espíritu que nos marcó para siempre.

Con corazón salesiano


La familia tuvo un lugar muy importante en el corazón de Ceferino Namuncurá. El amor a sus padres está bien registrado en su vida. Sin embargo, cuando conoció las exigencias del Reino, no vaciló en cambiar su mirada, que lo llevaba a despegarse de ella para volver luego a su gente y ofrecer la Buena Noticia en toda su plenitud.

A la Palabra, le digo


Señor Jesús, te damos gracias porque sigues derramando tu Espíritu sobre nosotros. Y Él nos pone en el camino de la verdadera comunión, la que nos une al fuego del amor trinitario por encima de cualquier otra relación humana. Gracias Señor.



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