La Palabra me dice
Del mismo modo que Jesús es enviado por el Padre, Él envía también a sus discípulos a anunciar la Buena Noticia del Reino. El número 72 significa que son enviados a toda la Humanidad. Ellos deben ir a todas las ciudades y lugares donde están los hombres. Aquí aparece la conciencia de una pequeña grey que es destinada para el anuncio a todo el mundo. Deben ir de dos en dos, es decir, en comunidad, ya que dos es el principio de muchos.
Se les pide a los enviados que rueguen, porque la comunión con el Padre es la fuente de la misión y también su finalidad. Antes de cualquier obra o acción es necesario orar. Con mucho realismo Jesús les dice que van como corderos en medio de lobos. Esto significa que el mundo se comportará con los discípulos como el lobo con el cordero. El consejo de no llevar bolsa ni alforja ni sandalias significa que la única seguridad del discípulo es dejarlo todo: hacerse siervo del Evangelio, sin que nada pueda enturbiar o hacer pesada la misión. Además no se debe saludar a nadie en el camino, es decir, nada puede distraer a los enviados en su marcha, que es el camino del mismo Jesús. Aquello que tú tienes, te divide del otro. A ese, lo que tú le das, te une a él. Cuando tienes cosas, das cosas. Cuando ya no tienes nada, te das tú mismo. Y solo entonces nace el amor.
Jesús explicita que deben ir de casa en casa, porque es en la familia, en la comunidad doméstica, donde la Buena Noticia deberá escucharse y propagarse. Allí los mensajeros podrán encontrar acogida, tanto de la Palabra como de los hermanos que la anuncian. Allí el comer y beber está relacionado con la Eucaristía y con la fraternidad que ella crea. Es así como el obrero, dándose todo, recibe su recompensa. El no ir de casa en casa significa que el misionero no puede distraerse visitando domicilios, “haciendo sociales”, multiplicando los saludos y los convites humanos. Pero deben ir también a las ciudades. Mientras la casa es lo privado y lo personal, la ciudad es lo público y lo social. Y también aquí debe entrar la Palabra. Esto no significa crear una ciudad de cristiandad. En efecto, esta pretensión está siempre bajo el juicio de la cruz de Aquel que fue crucificado fuera de las murallas, rechazado por el poder político, religioso, económico y cultural. Además, el discípulo debe encarnarse en las ciudades en donde pase. Él vive de todo lo que se le presenta, sin prohibiciones. Hay aquí una alusión a la comida de los sacrificios paganos.
Por último, otro signo importante del Reino es la curación de los enfermos, en el fondo se trata de la curación de la muerte, ya que solo en Jesús encontramos la vida verdadera. Por eso, la llegada del Reino pareciera ser muy modesta, pero tiene toda la fuerza de la paz que se ofrece gratuitamente, que es un don que viene del Padre. |