La Palabra me dice
Como Dios es amor, se ocupa también y especialmente de los más pequeños, y el temor deriva frecuentemente de la conciencia de nuestra pequeñez y escaso valor. Pero precisamente nuestro valor se ha vuelto infinito desde que Jesús entregó su vida por nosotros. Valemos como la misma sangre de Cristo.
Por eso la clave de la vida del creyente es, sobre todo, la confianza, ya que el Hijo del hombre no podrá dejar de reconocer a quien se ha sentido hijo de Dios y hermano suyo. Solo de esta confianza se puede superar el temor.
Porque el cristiano es testigo del Señor ante los hombres y, contemplando su destino, es donde encuentra la fuerza para resistir la persecución. Pero siempre deberá estar seguro de la fidelidad del Hijo del hombre. Por eso, lo único que no será perdonado es la blasfemia contra el Espíritu, la pérdida de la fe, la apostasía después de la iluminación del Espíritu. Este pecado es imperdonable, no porque el Espíritu no perdone, sino porque el que lo comete rehúsa convertirse. Es el endurecimiento en la ceguera del que cree que ve y rehúsa el don de la vista. Por tanto, es el pecado de quien no se reconoce pecador ni necesitado de perdón. |