La Palabra me dice
Jesús se acercaba a todos. Por eso, no es de extrañar que lo invitasen a cenar. El momento y la escena se presentan de tal modo que no se puede dejar de afirmar la necesidad de una fervorosa conversión interior. Y cuando Pablo narra su propia conversión, hace hincapié en todos aquellos a los cuales también está llamando. Por eso, de lo que se trata siempre es de vivir en la luz de la Palabra, para poder vivir luego la bienaventuranza del que es perdonado de su pecado. Y que, además, se convertirá en adelante en maestro del ágape.
Jesús acaba de llamar a los suyos a la comunión y a la originalidad del servicio cristiano. Porque mientras los fariseos y letrados quebrantan la voluntad de Dios sobre ellos, los publicanos y pecadores son los hijos de la sabiduría, porque reconocen y aceptan la misericordia de Dios.
Delante de los fariseos, Jesús ha sido visto siempre como un profeta a contrapelo. También la mayoría de quienes lo seguían pensaban así. Pero se vale de este gesto para aclarar bien el sentido y de la misericordia. Jesús invita a purificarse desde adentro, porque un corazón torcido torcería también el rumbo de la divinidad que convoca. |