Evangelio del Dia

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Viernes 07 de Octubre de 2022

La Palabra dice


Lc. 11, 15-26

Habiendo Jesús expulsado un demonio, algunos de entre la muchedumbre decían: “Éste expulsa a los demonios por el poder de Belzebul, el Príncipe de los demonios”. Otros, para ponerlo a prueba, exigían de Él un signo que viniera del cielo.

Jesús, que conocía sus pensamientos, les dijo: “Un reino donde hay luchas internas va a la ruina y sus casas caen una sobre otra. Si Satanás lucha contra sí mismo, ¿cómo podrá subsistir su reino? Porque, como ustedes dicen, Yo expulso a los demonios con el poder de Belzebul. Si Yo expulso a los demonios con el poder de Belzebul, ¿con qué poder los expulsan los discípulos de ustedes? Por eso, ustedes los tendrán a ellos como jueces. Pero si Yo expulso a los demonios con la fuerza de Dios, quiere decir que el Reino de Dios ha llegado a ustedes.

Cuando un hombre fuerte y bien armado hace guardia en su palacio, todas sus posesiones están seguras, pero si viene otro más fuerte que él y lo domina, le quita las armas en las que confiaba y reparte sus bienes.

El que no está conmigo está contra mí; y el que no recoge conmigo desparrama.

Cuando el espíritu impuro sale de un hombre, vaga por lugares desiertos en busca de reposo, y al no encontrarlo, piensa: “Volveré a mi casa, de donde salí”. Cuando llega, la encuentra barrida y ordenada. Entonces va a buscar a otros siete espíritus peores que él; entran y se instalan allí. Y al final, ese hombre se encuentra peor que al principio”.

La Palabra me dice


La escena nos presenta a Jesús expulsando a un demonio mudo. Y este hombre rompe a hablar cuando queda liberado. Sin embargo, este hecho da ocasión para que algunos judíos afirmen la dependencia de Jesús de Belzebú y otros pidan una señal del cielo.
En realidad, el espíritu mudo es el que nos roba de la boca la palabra que nos hace ser lo que somos, la palabra “Padre”. Por el pecado, el hombre se había vuelto incapaz de pronunciarla, pero por el poder de Jesús y de su Espíritu podemos sentirnos verdaderamente hijos. Algunos de los que lo escuchan no creen y, por tanto, resultará vano cualquier signo. Precisamente Jesús acaba de realizar un signo, por el cual Él, que es el más fuerte, puede despojar a Satanás de todas sus armas en la desnudez de la cruz. Aquí de manera explícita se pone en relación el signo del exorcismo con la llegada del Reino que cuestiona a los judíos que querían confundirlo. Cuando no cree, el hombre vuelve al pecado, regresando a las tinieblas. Por el contrario, quien es discípulo creyente tiene su casa “barrida” y en orden. Esta queda embellecida y radiante porque ahora sí tomará posesión de ella el “santo de Dios”.

Con corazón salesiano


En muchas ocasiones Don Bosco, a través de los sueños como parábolas, enseña la necesidad de acercarse a Jesús para impedir que el Espíritu del mal haga su obra. Valiéndose de estos recursos didácticos, él quiere enseñar a los chicos que el demonio nada puede hacer cuando la persona está cerca de Dios. Esto es obra del artesano preciso y paciente, con el cual se reconstruye en el hombre su rostro filial, más hermoso que antes. Por eso, Don Bosco insistía en la necesidad de hablar más de la belleza de la virtud, que de la fealdad del pecado.

A la Palabra, le digo


Gracias Jesús, porque haz querido quedarte cerca nuestro en los sacramentos para expulsar al Espíritu del mal que nos acecha. Bendito seas porque tu Espíritu sigue acompañándonos también hoy para que no nos alejemos de ti. Amén.


Ahora podés escuchar el Evangelio del Día en Spotify como "Lectio salesiana": https://spoti.fi/3gRYQSP