La Palabra me dice
El Evangelio de hoy nos presenta una parábola, la del sembrador. Una parábola es una de las tantas formas elegidas por Jesús para explicar ciertos temas en la cual, a partir de conceptos simples tomados de la vida cotidiana y de una realidad que todo el mundo conoce (como en este caso, la de la siembra), se presenta un tema que trata de acercarnos a una realidad trascendente de suma importancia para Jesús.
Un sembrador salió a sembrar. A simple vista pareciera que siembra con cierto descuido, porque desparrama semillas a lo loco. No importa si caen en el camino, entre piedras, entre espinas o en tierra fértil. ¡Qué locura! ¿Quién arroja semillas donde sabe que no van a brotar? ¿Quién quiere sembrar algo en tierra seca, o entre espinas? ¿Por qué mejor no sembrar directamente en tierra fértil, donde sabemos que no sólo dará frutos, sino que los dará de manera abundante?
Si miramos la parábola desde este punto de vista, seguramente tildaríamos al sembrador de “loco”, de inexperto o de irresponsable. Sin embargo, la explicación posterior que Jesús hace de la parábola -probablemente agregada por comunidades de los primeros siglos del cristianismo- nos ayuda a encontrarle otro significado: el terreno donde el sembrador salió a sembrar es nuestra propia vida. No debemos pensar en unas personas como “tierra buena” y en otras como “tierra mala”. Cada uno de nosotros está conformado por piedras, espinas y terreno árido, pero también por tierra fértil que permite a la semilla dar fruto. Pese a todo lo que hayamos vivido y a lo que la misma vida haya hecho de nosotros, tenemos que ser conscientes que Jesús nos muestra que en nuestro “terreno” hay tierra dispuesta para engendrar vida.
¿Te pusiste alguna vez a pensar en eso? ¿O cuando mirás tu vida, enseguida lo hacés con una perspectiva negativa, cargada de defectos y dolores? ¿Cuál es tu tierra fértil? ¿En dónde das vida? ¿Qué es lo que más te ayuda a “sentirte vivo”?
Jesús no habla porque sí en parábolas, sino que lo hace para producir en nosotros un impacto, una identificación, un cambio vital. En este caso, podríamos decir que se trata de reconocer en nuestra vida los espacios de fertilidad que se manifiestan en bondad, en entrega, en sacrificio, en generosidad, en amor verdadero… entonces sí que tiene sentido que el sembrador no se canse de desparramar semillas, ¡y qué bueno que eso sea así!
Siempre es bueno recordar que, como seguidores de Jesús, no estamos comprometidos con el éxito, sino con el esfuerzo. Los frutos de una sola semilla pueden dar sentido a toda la siembra. |