La Palabra me dice

Con sus actitudes y su palabra, Jesús demostró ‘tener autoridad’. Después de haber mencionado la falta de obreros para la cosecha, con autoridad instituye a los doce apóstoles “para que estén con él”, y dándoles otros poderes que mostrarán al ser enviados. 
Estos hombres se llamarán  “apóstoles” (“enviados”), y su estilo de vivir y hacer marcará la vida de la Iglesia. El apóstol que siempre se nombra es Pedro, que Mateo indica como “primero” y como anticipo de su cambio de nombre. Luego Jesús les dice a sus apóstoles que no vayan afuera de los confines hebreos. Será el mismo Jesús que con su muerte y resurrección, cumplirá una efectiva apertura al mundo pagano. Los apóstoles deben hacer su labor gratuitamente, sin depender de los méritos propios. Por eso también su pobreza ha de ser incondicional, sin depender ni del oro ni de la plata.

Con corazón salesiano

Son múltiples las obras salesianas que se han iniciado en forma muy pobre, y a veces casi en la miseria. Y con todo han florecido y se desarrollaron. Basta recordar a eximios salesianos e Hijas de María Auxiliadora: Artémides  Zatti y su hospital en Viedma, la hermana María Romero en Costa Rica y su creativo apostolado, la hermana Eusebia Palomino y los servicios humildes que hacía. 
Una cosa cierta ha demostrado la vida con impronta evangélica: que el éxito de las obras cristianas no depende tanto del quehacer humano, sino de la presencia eficaz del Espíritu Santo y la vida que lo refleja: eso es ser apóstoles de Cristo.

A la Palabra, le digo

Señor nuestro: danos a todos los que deseamos trabajar por tu Reino, la buena voluntad de responder a tu querer, en el apostolado que nos has entregado en la Iglesia. Amén.

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