La Palabra me dice
Mateo narra, después de la confesión de Pedro, la investidura de parte de Jesús de su misión en la Iglesia, dos escenas presentadas con gran solemnidad por Mateo. Al decir Pedro la frase “Hijo del Dios vivo”, Mateo declara la fe de los discípulos en plenitud. En las palabras “ni la carne… sino mi Padre”, la expresión asume su carácter más fuerte. Por eso Pedro y los apóstoles son felicitados por Cristo, porque en las limitaciones humanas (“ni la carne, ni la sangre”) nadie habría podido percibir la verdad de Cristo Jesús, sólo el Padre podía hacerlo. El cambio del nombre de Pedro lo instala en la misión única en la historia de la Iglesia. Es Jesús el que edifica la Iglesia, los apóstoles y Pedro son sólo los fundamentos. Con la imagen de las “llaves” se indica el poder de perdonar los pecados, o sea, “un poder de vida” para la Iglesia; por eso Jesús habla de “atar y desatar”, porque se establece que la autoridad de la Iglesia es del cielo. ¿Quién tiene este poder, sólo los apóstoles o todo cristiano? Es preciso sintetizar y evitar una autoridad meramente piramidal o excesivamente comunitaria. |