La Palabra me dice
La perfección que Jesús nos propone reside en el amor; en un amor total, gratuito y generoso semejante al amor del Padre. Dios Padre es la fuente de la que mana nuestro amor. Él es quién abraza la existencia de toda criatura, y entre ellas de modo especial de todos los hombres y mujeres de cualquier condición, buenos y malos, justos e injustos. Nosotros nos volvemos hijos de ese Padre cuando obramos de modo semejante a él, abrazando con amor toda existencia, y en particular la de aquéllos que más distantes reconocemos, que más frágiles se hallan, que muchas veces nos molestan, nos violentan, nos perjudican… pero que, ¡son nuestros hermanos! Y de allí brota el desafío moral de amarlos. En definitiva, es vivir el amor tal y como lo vivió Jesús mismo, que nos amó hasta el extremo y perdonó a quiénes le dieron muerte. Nuestro carnet de identidad de cristianos está aquí: en el amor generoso, gratuito y desinteresado hacia todos. |